Carta Semanal de nuestro Cardenal Arzobispo D. Agustín con motivo de la Fiesta de San José
Las fallas son fiestas en honor de San José, patrono del gremio de los carpinteros. Este origen histórico invita a que pongamos nuestros ojos en el Santo Patriarca al que Dios le encomendó, nada más y nada menos, que el cuidado de su Hijo y de su Madre. Este hombre, bueno y sencillo, no es sólo modelo de virtudes teológicas y espirituales. También es fácil reconocer en él un conjunto de virtudes y valores que hacen la vida social más humana, y, por tanto, más de Dios.
La Iglesia ha mantenido la memoria viva del Patriarca San José de muchos modos. Uno de los más eficaces es la devoción de los siete domingos previos a su fiesta, en los que se meditan sus dolores y gozos. Aquí encontramos un primer mensaje eficaz: la vida de las personas está tejida por momentos de todo tipo. Nadie escapa al sufrimiento. No es realista concebir la propia existencia como un camino exento de altibajos. Vivimos en una sociedad profundamente mercantilista donde es fácil dejarse seducir por la continua adulación orientada al consumismo. La llamada sociedad del bienestar resulta ser una ilusión, una promesa falsa que hace más dura la caída. La enseñanza de san José en el siglo XXI es animarnos a considerar que los dolores vividos con esperanza preparan el camino para un gozo superior.
José es modelo de respeto profundo a la dignidad de la persona, a lo que Dios tiene preparado para ella. Su dolor al plantearse si tiene que dejar a María, su esposa, se ve superado con creces por la alegría de saber que Ella ha sido elegida para Madre de Dios. ¡Cuánta necesidad tiene nuestra sociedad de aprender este respeto profundo para el matrimonio y para todas las relaciones entre las personas! El mejor antídoto contra la violencia es aprender a mirar a los otros con el respeto y el amor con que Dios nos mira.
En su camino hacia Belén para inscribirse en el censo, José aparece como un buen ciudadano que cumple sus obligaciones con respecto a su comunidad. María embarazada y José se comportan como las personas sencillas que no buscan privilegios y que incluso tienen que experimentar la pobreza, por falta de acogida de los demás. En su humildad son recompensados con el cariño y admiración de los pastores y también de los grandes señores que ofrecen sus dones porque buscan a Dios. En José vemos con claridad que la vida de los pueblos está sólidamente cimentada cuando hay personas que saben cumplir su deber con amor, sin dejarse seducir por la tiranía del dinero, del poder o de las apariencias.
José presenta al Niño y a su Madre en el templo. Es modelo de la persona religiosa que vive con alegría los gestos de amor que Dios espera de sus hijos. Y allí en el templo va a conocer mejor la misión de su Hijo adoptivo: derramar su sangre para salvación del mundo. El nombre de Jesús pasará a ser la llave que abra la puerta para que la fuerza del amor cambie el signo de la historia. Bien pronto José, como padre adoptivo, aprende a reconocer que los hijos no son propiedad de sus padres. Los hijos tienen una misión en la vida y en la historia que los padres tienen que aprender a respetar con alegría.
José aparece también como modelo de escucha de la voluntad de Dios y de libertad religiosa. Cuando comprende que su Esposa y su Hijo van a tener que sufrir por la salvación del mundo, acepta que hay un orden superior en la comprensión de las cosas que está por encima de cualquier consideración humana. Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. Cuando nos sumamos a la voluntad de Dios el orden de las cosas humanas encuentra todo su sentido y expresión.
La huída a Egipto y el regreso a Nazaret marcan un programa de defensa de los derechos de la familia. La primera misión de la familia es proteger la vida y la educación de los hijos, y José actúa en consecuencia. Ante la tiranía de su época, el santo Patriarca actúa con prudencia buscando lo mejor para María y para Jesús. Vivimos en el siglo XXI en una sociedad de derechos, pero en ocasiones nos hallamos con que los derechos son más teóricos que reales, y en otras ocasiones los verdaderos derechos se difuminan.
Finalmente, José se nos presenta como un modelo para el trabajo y para vivirlo con sentido, desarrollando una ocupación que sostiene a la familia, y una vida familiar que educa para el trabajo, para la generosidad, para la responsabilidad hacia los demás.
Valencia es verdaderamente dichosa de centrar sus fallas en la figura de san José. En él encuentra un modelo para renovar lo mejor de su alegría y de su convivencia. San José es en el siglo XXI un referente para recuperar la importancia social de la paternidad. Paternidad y maternidad son dos vivencias complementarias queridas por Dios que permiten a los hombres y mujeres sentirnos integrantes de la gran familia de la humanidad.
Con mi bendición y afecto,