domingo, 28 de diciembre de 2008

García-Gasco dice que se protege más los huevos de ciertos animales que a los humanos

El cardenal arremete contra los laboratorios que «se lucran» con «la eliminación de embriones»

Levante-EMV, Valencia
El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, mostró ayer su «sorpresa» por las legislaciones «que protegen más a los animales, incluso a los huevos de ciertas especies, que al ser humano cuando se encuentra en su estado inicial de gestación». El purpurado se refirió en estos términos a través de su carta semanal, dedicada al reciente documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe, antigua Inquisición, Dignitas personae. Esa instrucción del Vaticano critica duramente algunos de los últimos avances en biomedicina. El propio Arzobispado presentó públicamente este documento hace unos días, en el que entre otras cosas se condena la fecundación «in vitro».
En la carta publicada ayer, García-Gasco «lamenta el intento burdo que existe en nuestra sociedad de equiparar lo moral o la ética con la legalidad vigente», y asegura: «El ser humano es mucho más que una cosa y su dignidad no puede limitarse ni por los gobiernos, ni por las empresas, ni por los propios hombres».
El cardenal señala que el ser humano «no puede ser propiedad de nadie, ni de sus progenitores ni tampoco de unos laboratorios o empresas que se lucran con servicios que conllevan la eliminación de embriones humanos». A este respecto, advierte de que «los intentos de disfrazar la realidad con eufemismos son frecuentes entre quienes utilizan los embriones humanos como si fuesen cosas, materiales, objetos sin dignidad humana». E insistió en que «el cuerpo de un ser humano, desde los primeros estadios de su existencia, no se puede reducir al conjunto de sus células».
Por ello, recuerda en su carta los «criterios éticos fundamentales» en las intervenciones sobre el embrión humano «que toda persona preocupada por la dignidad humana puede aceptar con coherencia intelectual». En primer lugar, «el respeto incondicionado y moralmente debido al ser humano en su totalidad corporal y espiritual desde el primer momento de su existencia»; y, en segundo lugar, el reconocimiento que se le debe de «los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano a la vida», enumera.
Al término de su carta, García-Gasco dice que el embrión humano «tiene desde el principio la dignidad propia de la persona» y cita como ejemplos de «rectitud y eficacia científica» los trabajos con «células madre de personas adultas, lícitamente obtenidas, o los bancos de cordón umbilical». Y concluye: «la Iglesia proclama la defensa de la dignidad humana sin límites engañosos como el mejor criterio de respeto a cada ser humano».
LEVANTE 28 dic. 2008

sábado, 27 de diciembre de 2008

mensaje enviado por Benedicto XVI a los concentrados en Madrid durante la Jornada de la Familia

Este es el mensaje enviado por Benedicto XVI a los concentrados en Madrid durante la Jornada de la Familia, el 30 de Diciembre de 2007.

“Saludo a los participantes en el Encuentro de las Familias que se está llevando a cabo en este domingo en Madrid, así como a los Señores Cardenales, Obispos y sacerdotes que los acompañan. Al contemplar el misterio del Hijo de Dios que vino al mundo rodeado del afecto de María y de José, invito a las familias cristianas a experimentar la presencia amorosa del Señor en sus vidas. Asimismo, les aliento a que, inspirándose en el amor de Cristo por los hombres, den testimonio ante el mundo de la belleza del amor humano, del matrimonio y la familia. Ésta, fundada en la unión indisoluble entre un hombre y una mujer, constituye el ámbito privilegiado en el que la vida humana es acogida y protegida, desde su inicio hasta su fin natural. Por eso, los padres tienen el derecho y la obligación fundamental de educar a sus hijos, en la fe y en los valores que dignifican la existencia humana. Vale la pena trabajar por la famiia y el matrimonio, porque vale la pena trabajar por el ser humano, el ser más precioso creado por Dios.



Me dirijo de modo especial a los niños, para que quieran y recen por sus padres y hermanos; a los jóvenes, para que estimulados por el amor de sus padres, sigan con generosidad su propia vocación matrimonial, sacerdotal o religiosa; a los ancianos y enfermos, para que encuentren la ayuda y comprensión necesarias. Y vosotros, queridos esposos, contad siempre con la gracia de Dios, para que vuestro amor sea cada vez más fecundo y fiel. En las manos de María, “que con su sí abrió la puerta de nuestro mundo a Dios” (Enc. Spe Salvi, 49), pongo los frutos de esta celebración. Muchas gracias y Felices Fiestas”.

viernes, 26 de diciembre de 2008

El Cardenal estuvo todo el miércoles en el centro penitenciario de Picassent

“Estoy aquí por la droga, y gracias a usted, y a personas como usted que nos ayudan con Proyecto Hombre tenemos más fácil no volver nunca a prisión”. Con estas palabras un preso de Piscassent mostró al Cardenal de Valencia el sincero agradecimiento por la labor que capellanes y voluntarios católicos realizan entre las rejas y es que la pasada semana los presos del Centro Penitenciario de Picassent rompieron por unas horas la monotonía del día a día en prisión al recibir la visita del cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco.

MENSAJE DE NAVIDAD DEL PAPA BXVI

"Busquemos a Jesús, dejémonos atraer por su luz que disipa la tristeza y el miedo"


CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 25 diciembre 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje de Navidad que pronunció Benedicto XVI a mediodía del 25 de diciembre desde el balcón de la fachada de la basílica vaticana ante los miles de peregrinos congregados en la plaza de San Pedro.



«Apparuit gratia Dei Salvatoris nostri omnibus hominibus" (Tt 2,11).

Queridos hermanos y hermanas, renuevo el alegre anuncio de la Natividad de Cristo con las palabras del apóstol San Pablo: Sí, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres».

Ha aparecido. Esto es lo que la Iglesia celebra hoy. La gracia de Dios, rica de bondad y de ternura, ya no está escondida, sino que «ha aparecido», se ha manifestado en la carne, ha mostrado su rostro. ¿Dónde? En Belén. ¿Cuándo? Bajo César Augusto durante el primer censo, al que se refiere también el evangelista San Lucas. Y ¿quién la revela? Un recién nacido, el Hijo de la Virgen María. En Él ha aparecido la gracia de Dios, nuestro Salvador. Por eso ese Niño se llama Jehoshua, Jesús, que significa «Dios salva».

La gracia de Dios ha aparecido. Por eso la Navidad es fiesta de luz. No una luz total, como la que inunda todo en pleno día, sino una claridad que se hace en la noche y se difunde desde un punto preciso del universo: desde la gruta de Belén, donde el Niño divino ha «venido a la luz». En realidad, es Él la luz misma que se propaga, como representan bien tantos cuadros de la Natividad. Él es la luz que, apareciendo, disipa la bruma, desplaza las tinieblas y nos permite entender el sentido y el valor de nuestra existencia y de la historia. Cada belén es una invitación simple y elocuente a abrir el corazón y la mente al misterio de la vida. Es un encuentro con la Vida inmortal, que se ha hecho mortal en la escena mística de la Navidad; una escena que podemos admirar también aquí, en esta plaza, así como en innumerables iglesias y capillas de todo el mundo, y en cada casa donde el nombre de Jesús es adorado.

La gracia de Dio ha aparecido a todos los hombres. Sí, Jesús, el rostro de Dios que salva, no se ha manifestado sólo para unos pocos, para algunos, sino para todos. Es cierto que pocas personas lo han encontrado en la humilde y destartalada demora de Belén, pero Él ha venido para todos: judíos y paganos, ricos y pobres, cercanos y lejanos, creyentes y no creyentes..., todos. La gracia sobrenatural, por voluntad de Dios, está destinada a toda criatura. Pero hace falta que el ser humano la acoja, que diga su «sí» como María, para que el corazón sea iluminado por un rayo de esa luz divina. Aquella noche eran María y José los que esperaban al Verbo encarnado para acogerlo con amor, y los pastores, que velaban junto a los rebaños (cf. Lc 2,1-20). Una pequeña comunidad, pues, que acudió a adorar al Niño Jesús; una pequeña comunidad que representa a la Iglesia y a todos los hombres de buena voluntad. También hoy, quienes en su vida lo esperan y lo buscan, encuentran al Dios que se ha hecho nuestro hermano por amor; todos los que en su corazón tienden hacia Dios desean conocer su rostro y contribuir a la llegada de su Reino. Jesús mismo lo dice en su predicación: estos son los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes, los hambrientos de justicia, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por la causa de la justicia (cf. Mt 5,3-10). Estos son los que reconocen en Jesús el rostro de Dios y se ponen en camino, como los pastores de Belén, renovados en su corazón por la alegría de su amor.

Hermanos y hermanas que me escucháis, el anuncio de esperanza que constituye el corazón del mensaje de la Navidad está destinado a todos los hombres. Jesús ha nacido para todos y, como María lo ofreció en Belén a los pastores, en este día la Iglesia lo presenta a toda la humanidad, para que en cada persona y situación se sienta el poder de la gracia salvadora de Dios, la única que puede transformar el mal en bien, y cambiar el corazón del hombre y hacerlo un «oasis» de paz.

Que sientan el poder de la gracia salvadora de Dios tantas poblaciones que todavía viven en tinieblas y en sombras de muerte (cf. Lc 1,79). Que la luz divina de Belén se difunda en Tierra Santa, donde el horizonte parece volverse a oscurecer para israelíes y palestinos; se propague en Líbano, en Irak y en todo el Medio Oriente. Que haga fructificar los esfuerzos de quienes no se resignan a la lógica perversa del enfrentamiento y la violencia, y prefieren en cambio el camino del diálogo y la negociación para resolver las tensiones internas de cada país y encontrar soluciones justas y duraderas a los conflictos que afectan a la región. A esta Luz que transforma y renueva anhelan los habitantes de Zimbabue, en África, atrapado durante demasiado tiempo por la tenaza de una crisis política y social, que desgraciadamente sigue agravándose, así como los hombres y mujeres de la República Democrática del Congo, especialmente en la atormentada región de Kivu, de Darfur, en Sudán, y de Somalia, cuyas interminables tribulaciones son una trágica consecuencia de la falta de estabilidad y de paz. Esta Luz la esperan sobre todo los niños de estos y de todos los países en dificultad, para que se devuelva la esperanza a su porvenir.

Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se esta haciendo cada vez más incierto, incluso en las naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina.

Queridos hermanos y hermanas, hoy «ha aparecido la gracia de Dios, el Salvador» (cf. Tt 2,11) en este mundo nuestro, con sus capacidades y sus debilidades, sus progresos y sus crisis, con sus esperanzas y sus angustias. Hoy resplandece la luz de Jesucristo, Hijo del Altísimo e hijo de la Virgen María, «Dios de Dios, Luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero... que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo». Lo adoramos hoy en todos los rincones de la tierra, envuelto en pañales y acostado en un pesebre. Lo adoramos en silencio mientras Él, todavía niño, parece decirnos para nuestro consuelo: No temáis, «no hay otro Dios fuera de mí» (Is 45,22). Venid a mí, hombres y mujeres, pueblos y naciones; venid a mí, no temáis. He venido al mundo para traeros el amor del Padre, para mostraros la vía de la paz.

Vayamos, pues, hermanos. Apresurémonos como los pastores en la noche de Belén. Dios ha venido a nuestro encuentro y nos ha mostrado su rostro, rico de gracia y de misericordia. Que su venida no sea en vano. Busquemos a Jesús, dejémonos atraer por su luz que disipa la tristeza y el miedo del corazón del hombre; acerquémonos con confianza; postrémonos con humildad para adorarlo. Feliz Navidad a todos.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Profesionales por la ética recuerda a médicos que su compromiso es con la vida

MADRID, 16 Dic. 08 (ACI).-La asociación Profesionales por la Ética publicó un comunicado en el que recuerda a los médicos, enfermeras y agentes sanitarios que respetar la vida humana es un compromiso fundamental de la profesión médica, al tiempo que rechaza la manipulación de embriones, el aborto y la eutanasia.

La asociación consideró que la instrucción "Dignitas Personae", de la Congregación para la Doctrina de la Fe sobre la ética de la investigación biomédica, constituye una referencia ética esencial para los profesionales de la salud.

Según el vocero del grupo, José Agudo, el documento otorga una enorme importancia al embrión. "Se deduce que no todo lo que puede hacerse en investigación biomédica es ético. De ahí que algunas prácticas y técnicas no sean conformes con la dignidad humana", indicó.

Asimismo, precisó que esto se aplica a "la fecundación in vitro y la clonación de embriones o células embrionarias, en las que el ser humano, en lugar de ser procreado, es producido".

"Además, estas técnicas comportan la manipulación, congelación o destrucción de numerosos embriones, es decir, de seres humanos que se encuentran en las primeras fases de su desarrollo", agregó Agudo.

"Dignitas Personae" es para Profesionales por la Ética, el juramento hipocrático del siglo XXI pues el mensaje del tradicional juramento medico coincide con el documento vaticano. "La ciencia y la práctica médica deben ponerse al servicio de la fragilidad del hombre para curar enfermedades, aliviar el sufrimiento y extender los cuidados necesarios a toda la humanidad, recordó.

Agudo precisó que estas reflexiones "cobran especial relevancia en la sociedad española actual, ya que nuestra legislación es sumamente agresiva contra la vida en materia de reproducción asistida y aborto; tampoco faltan los avisos del Gobierno sobre la probable aprobación de la eutanasia".

Obispos españoles: La familia, escuela de humanidad

Nota de la Subcomisión episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida


MADRID, martes 23 de diciembre de 2008 (ZENIT.org). - Publicamos la nota de los obispos españoles de la Subcomisión para la Familia y la Defensa de la Vida que han escrito con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia, 28 de diciembre de 2008, con el título "La familia, escuela de humanidad y transmisora de la fe".





«La familia formadora de los valores humanos y cristianos». Este es el tema elegido para el sexto encuentro mundial de las familias que tendrá lugar en México del 14 al 18 de enero. El hilo conductor de este encuentro hace referencia a la familia como el camino que conduce al hombre a una vida en plenitud. Unidos a esta idea fundamental nos disponemos a celebrar la fiesta de la Sagrada Familia con el siguiente lema: «La familia, escuela de humanidad y transmisora de la fe».


I. ESCUELA DE HUMANIDAD

a) Aprender a recibir el amor

«La familia es escuela del más rico humanismo» (Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo de hoy, Gaudium et spes, 52). Estas palabras del Concilio Vaticano II presentan a la familia como la morada donde el hombre aprende a ser hombre. Se trata, por tanto, del lugar en el cual se desarrolla la primera y más fundamental ecología humana, el ámbito natural y adecuado para que pueda desarrollarse el aprendizaje de lo verdaderamente humano. Así lo descubrimos a la luz de la Revelación del Hijo de Dios que elige la Sagrada Familia para crecer en su humanidad.

En el hogar familiar la persona reconoce su propia dignidad. Lejos de cualquier criterio de utilidad, en su familia el hombre es amado por sí mismo y no por la rentabilidad de lo que hace. Más allá de lo que pueda aportar por sus posesiones o por sus capacidades físicas, técnicas, intelectuales o las propias de su personalidad, la persona no es un medio al servicio del interés de otros; es un fin absoluto, amada por sí misma, de un modo fiel que permanece en el tiempo incluso con sus propias debilidades.

b) Aprender a acoger y acompañar la vida

La familia es el santuario de la vida donde cada miembro es reconocido como persona humana desde su concepción hasta su muerte natural y aprende a custodiar la vida en todos los momentos de su historia. La misión de acoger y acompañar la vida es una labor permanente de la familia. Sin embargo, esta misión adquiere una relevancia singular en este momento en que muchas familias son afectadas dramáticamente por la crisis económica y, sobre todo, cuando han sido anunciadas reformas legislativas que ponen en peligro la vida naciente y terminal: el aborto y la eutanasia.

En la familia, escuela de solidaridad, compartimos los bienes y sostenemos fraternalmente a los miembros más necesitados. Y es en el hogar familiar donde, frente a la posesión de muchos bienes materiales inducida por un consumismo desmedido, aprendemos lo que es verdaderamente importante: el amor.


En la familia se percibe que cada hijo es un regalo de Dios otorgado a la mutua entrega de los padres, y se descubre la grandeza de la maternidad y de la paternidad. El reconocimiento de la vida como un don de Dios nos urge a pedir que no se prive a ningún niño de su derecho a nacer en una familia, y que toda madre encuentre en su hogar, en la Iglesia y en la sociedad las ayudas necesarias para tener y cuidar a sus hijos.


En la familia y en la comunidad cristiana se encuentra la razón para vivir y seguir esperando. Todos, incluidos los que sufren por enfermedad, soledad o falta de esperanza, pueden hallar en la familia y en la Iglesia la certeza de ser amados, y sobre todo la convicción del amor único e irrepetible de Dios que permanece más allá del pecado y de la muerte: «la verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando "hasta el extremo", "hasta el total cumplimiento" (cf. Jn 13,1; 19,30)» (Benedicto XVI, Spe salvi, 27).

c) Aprender a dar la propia vida

A través de las relaciones propias de la vida familiar descubrimos la llamada fundamental a dar una respuesta de amor para formar una comunión de personas. De esta manera, la familia se constituye en la escuela donde el hombre percibe que la propia realización personal pasa por el don de sí mismo a Cristo y a los demás, como advierte el Señor en el Evangelio: «porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará» (Lucas 9, 24). El eco de estas palabras del Señor resuenan en la enseñanza del Concilio Vaticano II: «el hombre, única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera de sí mismo a los demás» (Gaudium et spes, 24. De esta manera, la familia es la escuela en la que se forja la libertad orientada por la verdad del amor: «la libertad se fundamenta, pues, en la verdad del hombre y tiende a la comunión», Veritatis splendor, 86).


II. TRANSMISORA DE LA FE

La primera manifestación de la misión de la familia cristiana como iglesia doméstica es la transmisión de la fe (Cf. Conferencia Episcopal Española, Directorio de la pastoral familiar de la Iglesia en España, 66).

La experiencia del amor gratuito de los padres que ofrecen a los hijos la propia vida de un modo incondicionado, prepara para que el don de la fe recibido en el bautismo se desarrolle adecuadamente. Se dispone así a la persona para que pueda conocer y acoger el Amor de Dios Padre manifestado en la entrega de su Hijo, y construir la vida familiar en torno al Señor, presente en el hogar por la fuerza del sacramento del matrimonio.

En la familia cristiana descubrimos que formamos parte de una historia de amor que nos precede, no sólo por parte de los padres y abuelos sino, de un modo más fundamental, por parte de Dios según se ha manifestado en la historia de la salvación.

En la familia cristiana se descubre la fe como una verdad en la que creer, la verdad del Amor de Dios que implica la respuesta de toda la persona. Encontramos así la vocación propia de todo hombre, la llamada a entregar a Dios la propia vida.

En el hogar cristiano se descubre la fe como verdad que se ha de celebrar introduciendo a cada miembro en la vida de los sacramentos que acompañan los acontecimientos más fundamentales de la historia familiar. De un modo central la Eucaristía, porque hace presente la entrega esponsal de Cristo en la Cruz y enseña e impulsa a dar la vida por amor incluso en los momentos de dificultad o sufrimiento.

En la familia cristiana se descubre la fe como una verdad que se ha de vivir y, por lo tanto, que se ha de practicar en la vida, orientando y configurando la actuación concreta de cada miembro de la familia.


III. CONCLUSIÓN

Que la familia se constituye en la primera y más fundamental escuela de aprendizaje para ser persona es un hecho originario y, por lo tanto, insustituible. Así lo descubrimos a la luz del misterio del nacimiento del Hijo de Dios que contemplamos en la Navidad. La familia es el lugar elegido por Jesucristo para aprender a ser hombre: "el niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la gracia de Dios estaba con él" (Lucas 2, 40); es el reflejo en la tierra del misterio de Comunión eterna que Él vive en el seno de la Santísima Trinidad.

Rogamos a la Sagrada Familia que el encuentro mundial de las familias suponga una fuerte efusión del Espíritu para que Cristo sea la piedra angular sobre la que se construye el hogar cristiano. Nuestra oración se dirige especialmente a las madres que encuentran serias dificultades para dar a luz a sus hijos, a los ancianos y enfermos que ven mermada su esperanza y a los hogares que están sufriendo los efectos de la actual situación económica.

Rogamos también por los frutos de la especial celebración de la fiesta de la Sagrada Familia que por segunda vez tendrá lugar este año en Madrid con la intervención del Papa a través de la televisión.

Que el hogar de Nazaret sea la luz que guíe la vida de nuestras familias para que sean escuelas de humanidad y transmisoras de la fe.

Con nuestra bendición y afecto:

Mons. Julián Barrio Barrio,
Presidente de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar

Mons. Juan Antonio Reig Pla,
Presidente de la Subcomisión de Familia y Vida

Mons. Francisco Gil Hellín

Mons. Vicente Juan Segura

Mons. Manuel Sánchez Monge

Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa

Mons. Gerardo Melgar Viciosa

viernes, 19 de diciembre de 2008



del periódico EL PAIS 19 diciembre 2008

El Cardenal García-Gasco presidirá la peregrinación valenciana a la Misa de las que se celebrará en Madrid

Publicado: 17-12-2008

Valencia, 17 DIC. (AVAN).- El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, presidirá la peregrinación valenciana que acudirá a la Misa que se celebrará en Madrid el próximo 28 de diciembre, con motivo de la fiesta de la Sagrada Familia.

En la Misa, que ha sido convocada por el cardenal arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, participarán también los tres obispos auxiliares de Valencia, monseñores Esteban Escudero, Enrique Benavent y Salvador Giménez, así como fieles de parroquias, movimientos y entidades católicas de la archidiócesis valentina.

Durante el encuentro, que tiene como lema “ La familia, gracia de Dios”, tendrá lugar una solemne eucaristía en la plaza de Colón a las 12,00 horas, en la que concelebrarán también los obispos valencianos. Previamente, el papa Benedicto XVI dirigirá desde Roma un mensaje a los participantes durante el rezo del Ángelus en la plaza de San Pedro.

El objetivo de la iniciativa, que se desarrollará por segundo año consecutivo, es “celebrar la familia como don de Dios e institución natural con una misión fundamental en la formación de la persona y la sociedad”, según ha señalado José Enrique Pérez Asensi, presidente de la comisión de Familia y Vida del Arzobispado de Valencia.

Las parroquias y movimientos de la archidiócesis de Valencia han comenzado a organizar para el encuentro de este año desplazamientos en autobús hasta Madrid, en coordinación con la comisión diocesana de Familia y Vida.

Para más información, la comisión ha habilitado el teléfono 96 3158214, al que se puede llamar en horario de 10.30 a 13 horas.

EL CARDENAL GARCIA-GASCO ASEGURA QUE "LA IGLESIA ESTÁ CON LA CIENCIA" Y ANIMA A LA "RESPONSABILIDAD ETICA Y SOCIAL" DE LOS INVESTIGADORES

En su carta, llama a apoyar a los científicos que "prestan un precioso servicio a la vida y dignidad de cada ser humano"

VALENCIA, 18 DIC. (AVAN).- El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, afirma en su carta de esta semana que la Iglesia "no tiene la pretensión de intervenir en el ámbito de la ciencia médica como tal, sino de invitar a todos los profesionales de las ciencias de la salud, y a todas las personas, a actuar con responsabilidad ética y social". El purpurado asegura que "el valor ético de la ciencia biomédica se mide en referencia al respeto incondicional debido a cada ser humano, en todos los momentos de su existencia".

En su carta, que titula "La Iglesia, con la Ciencia", el Cardenal anima a "apoyar a los hombres y mujeres que se dedican a la ciencia y, de modo especial, a la ciencia médica, y que prestan un precioso servicio al bien integral de la vida y dignidad de cada ser humano".

El purpurado se refiere a la Instrucción de la Santa Sede «Dignitas personae», que se hizo pública el pasado viernes, e insiste en que la Iglesia "mira con esperanza la investigación científica y desea que sean muchos los cristianos que contribuyan al progreso de la biomedicina y testimonien su fe en ese ámbito".

Igualmente, expresa su deseo de que las investigaciones "sirvan también a quienes trabajan en las áreas más pobres y azotadas por las enfermedades", y advierte que "los grandes descubrimientos en medicamentos, que no se comparten o quedan para uso exclusivo de los países o de los enfermos ricos, ponen de manifiesto que la ciencia si no va acompañada de un uso generoso, responsable y solidario, no remediará nunca los grandes males de la humanidad".

En su carta, el cardenal García-Gasco defiende que "todo profesional de las ciencias de la salud está llamado a salir al encuentro de la fragilidad humana, a intentar curar sus patologías, a aliviar el dolor y a hacer llegar al mayor número de personas de todo lugar y condición los beneficios de la salud integral".

Sin embargo, lamenta también el purpurado que haya "representantes de los campos de la filosofía y de la ciencia que consideran que provocar la muerte puede estar justificado para evitar el propio sufrimiento o, incluso, en beneficio de otros sujetos".

Además, el Cardenal manifiesta "con toda claridad" que existe un principio fundamental propio de toda ética que reconoce la dignidad humana: “a cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona". Este principio, que "expresa un gran `sí´ a la vida humana, debe ocupar un lugar central en la investigación biomédica, que reviste una importancia siempre mayor en el mundo de hoy".

Al término de su carta, el titular de la archidiócesis de Valencia constata cómo los progresos científicos provocan "esperanza y, en ocasiones, perplejidad en sectores cada vez más vastos de la opinión pública" y considera que "cuanto mejor sea la reflexión ética y científica, mejor se formará la opinión pública sobre las últimas consecuencias y alcances de cada opción". Precisamente, "a ello, quiere contribuir la Iglesia, alejada de intereses mercantiles y económicos, con la Instrucción «Dignitas personae» y sus propuestas", concluye el cardenal.

miércoles, 17 de diciembre de 2008

¿Sabías que...

¿Sabías que...
a una semana de la Navidad comienza el Año Nuevo? Muchos acostumbran comer doce uvas a medianoche, una por cada campanada. Esta costumbre fue heredada de algunas zonas españolas.


¿Sabías que...
en Gran Bretaña, en 1552, los puritanos británicos prohibieron la fiesta de la Navidad? La Navidad volvió a Inglaterra en 1660, bajo el reinado de Carlos II.


¿Sabías que...
la Iglesia adoptó en sus rituales la costumbre de encender velas, especialmente el Cirio pascual, que simboliza el nacimiento de la luz, de la nueva vida con Cristo, representando en él la nueva vida y verdadera luz del mundo?


¿Sabías que...
el día de Navidad fue oficialmente reconocido en el año 345, cuando por influencia de San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianzeno se proclamó el 25 de diciembre como fecha de la Natividad de Cristo?


¿Sabías que...
las tarjetas de Navidad se comenzaron a utilizar a partir de 1846, año en que se imprimió la primera postal en Londres?


¿Sabías que...
el árbol de Navidad, fue una costumbre originada en zonas germanas, que posteriormente se extendió por el resto de Europa y América?


¿Sabías que...
se supone que en el año 200 d.C. ya se presentaba el uso de árboles en la celebración de la Navidad? Pero el árbol decorado, se cree que recién aparece en el Siglo XVII; en Alemania. En 1605, un árbol fue decorado para ambientar el frío de la Navidad, costumbre que se difundió rápidamente por todo el mundo. El árbol de Navidad llegó a Finlandia en el año de 1800; a Inglaterra en 1829, y fue el príncipe Alberto, esposo de la reina Victoria, quien ordenó adornar el castillo de Windsor con un árbol navideño en 1841.


¿Sabías que...
en la Edad Media le agregaron a las celebraciones navideñas la costumbre de cantar Villancicos?


¿Sabías que...
la figura de Santa Claus, con el trineo, los renos y las bolsas con juguetes, es una invención estadounidense del siglo XX? Si bien se basó en la vida y la leyenda de San Nicolás, actualmente, se designa al mismo personaje en los distintos países, como Santa Claus, Papá Noel o San Nicolás. Aunque en ciertos lugares el día de San Nicolás se celebra el 6 de diciembre, en honor del buen Santo que ayudaba a los niños y les entregaba golosinas y alimentos.


¿Sabías que...
la Misa de Gallo se celebra el 24 de Diciembre a las 12 de la noche y su celebración conmemora el nacimiento del Niño Dios? La costumbre proviene de los ritos de los templos de Jerusalén. Allí los católicos celebraban tres misas el día del nacimiento de Jesús: una en la noche en la cueva de la Natividad, santificando así la hora del nacimiento del Señor, otra al amanecer como signo de la resurrección y recordando el natalicio del Dios hecho hombre; y una tercera en el templo, siendo ésta el oficio solemne del día.


¿Sabías que...
la tradición ha transformado la imagen de San Nicolás o Papá Noel en un anciano gordo que viaja desde el Polo Norte, donde reside, en un trineo tirado por seis renos y con plañideras campanitas de plata, repartiendo regalos por todo el mundo?

lunes, 15 de diciembre de 2008

El hombre de Navidad

(de Alejandro Pérez Garza)

Hace un par de años descubrieron la tumba del penúltimo emperador azteca. Cuenta la leyenda que el esplendor de este hombre era tal que para inaugurar el nuevo templo al dios Huitzilopochtli sacrificó a 20,000 hombres en sus altares de piedra recién tallada. ¡20,000 hombres! A nosotros nos parece una barbaridad y sin embargo en la antigüedad pasaba como algo normal.

Antes el hombre estaba expuesto a los fenómenos naturales: la violencia de los huracanes, el viento desgarrador, el frío, el hielo, el sol. El poder inefable de la naturaleza era un opresor divino más fuerte que él. Las bestias más salvajes o los insectos más pequeños, podían ser mortales para aldeas enteras.

Con el progreso de las civilizaciones primitivas, la guerra tomó un rostro, la lluvia asumió un cuerpo, el sol se personificó y de la potencia amorfa de la naturaleza nacieron los dioses. Ellos gobernaban todos los ámbitos de la vida y, a cambio de la prosperidad, exigían sangre humana.

En el esplendor de la cultura griega, el sacrificio humano se superó, pero los dioses sobrevivieron. Surgieron hombres eminentes, sabios de la antigüedad que –así parecía– darían al hombre el lugar central que le pertenecía. ¿Pero quiénes eran estos sabios? Su sabiduría consistía en escrutar el cielo y descubrir las leyes de la astrología: ¡precisamente en descubrir que el hombre no era más que un títere de las estrellas!

Ante todo esto, el hombre parecía muy poca cosa Tan sólo un metro y medio de carne mortal que, al cabo de unos años, pagaba su tributo a la naturaleza y moría: reducido por la naturaleza, castigado por los dioses o dominado por los astros.

El día de hoy esto nos resulta más bien lejano, casi como si fuera irreal o materia de leyendas solamente. Y es que estamos acostumbrados a la historia. Y sin embargo fue un sencillo evento histórico el que dio lugar a la revolución más grande de todos los tiempos. Ninguna persona ni ningún país, nada absolutamente de lo que existe, ni siquiera los planetas ni las estrellas se escaparon a su impacto. El universo entero fue desplazado y al centro de todo se entronizó el hombre –o mejor– un hombre. ¿Quién es ese hombre? Se llama Jesucristo.

Con el nacimiento de Cristo, la naturaleza calló, los ídolos se arrodillaron ante un hombre y los astros lo celebraron dándolo a conocer hasta los confines del Oriente. El “Evento Cristo” significa que el hombre ha sido elevado más alto que los ángeles. ¡Tanto así que Dios mismo no desdeñó encarnarse! El hombre como lo conocemos en la cultura occidental, es y se sabe valor entre valores. Él es, como muchas otras facetas de occidente, fruto del cristianismo.

Y nos sorprende que nos podamos acostumbrar a esto, pero, ¡cuánto ha cambiado el mundo desde el penúltimo emperador azteca! A base de repetición, la “libertad de los hijos de Dios” nos suena a sonsonete de predicador dominguero, o a lo mucho, a teoría bonita que siempre cabe en una homilía cualquiera. Sin embargo, la liberación del cristianismo es en verdad bien práctica.

Todo hombre de cultura occidental sabe que no lo van a sacar de su casa para inmolarlo al dios del hielo en petición de un invierno benigno. Todo padre puede estar seguro de que su hijo no nacerá para ser marginado de antemano por el mero hecho de nacer en la casta de los despreciados de dios. Cualquier hombre o mujer pueden vestir como quieran, peinarse como deseen, hablar como les venga en gana y esperar que la sociedad le respete simple y sencillamente porque es un hombre.

Ese hombre, el que es libre, dueño de sus actos, que puede llamar a Dios “Padre”, no el otro que vivía en el terror de los ídolos que adoraba, se lo debemos a aquella revolución. Él es el hombre después de la Navidad. Por eso, que este año nuestro “¡Feliz Navidad!” signifique “Te aprecio porque eres hombre y porque Cristo se hizo como tú.” Bien mirada, la Navidad es el antídoto para muchos problemas de la humanidad de hoy.

Crisis económica y crisis de fe

Crisis económica y crisis de fe

Por monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos


BURGOS, sábado, 13 diciembre 2008 Publicamos la carta que ha escrito esta semana monseñor Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos, con el título "Crisis económica y crisis de fe".





* * *




Hay un hecho que ha traído de cabeza al creyente desde los tiempos del Antiguo Testamento: el triunfo del cínico y corrupto y el fracaso del pobre y del bueno. Durante mucho tiempo, el pueblo de Dios creyó que eran buenos los que triunfaban en su vida familiar, profesional y social; mientras que el dolor, la enfermedad y la pobreza eran signos de maldad. Según esta concepción, Dios premia a los buenos y castiga a los malos ya en esta vida.

Esto les provocó un enorme conflicto para su fe en Dios. Porque si los éxitos son signo de uno es bueno y los fracasos de que es malo, ¿cómo explicar que los malvados triunfen mientras que el justo está destinado a sufrir? El salmo setenta y tres expresa con toda crudeza esta desazón, cuando el orante se encara así con Dios: «Envidiaba a los perversos, viendo prosperar a los malvados. Para ellos no hay sinsabores, están sanos y orondos; no pasan las fatigas humanas ni sufren como los demás».

A nosotros pueden ocurrirnos algo semejante en este momento de crisis económica generalizada y que, según los expertos, será cada día más aguda. Los que han arruinado las empresas y llevado a la ruina a muchísimas familias y particulares, quedan impunes de sus errores y se llevan indemnizaciones millonarias. En cambio el trabajador honrado y responsable, que ha pagado religiosamente los plazos convenidos en el contrato de su hipoteca, pierde su trabajo, su dinero y sus ahorros. Y se enfrenta a un porvenir incierto y nada halagüeño.

Es innegable que la gente buena y creyente, al ver y sufrir todo esto, corre el peligro de extraviarse en su fe y desertar. ¿Dios -se pregunta- no ve lo que pasa? ¿No le preocupa nuestra suerte? ¿Para qué seguir siendo honrado y creer en Él?

Evidentemente, todos deseamos que los parados vuelvan cuanto antes al trabajo, que los salarios permitan seguir pagando los plazos y la hipoteca del piso, que las autoridades tomen medidas pertinentes para impedir que las cosas vuelvan a repetirse, que se revisen los sueldos escandalosos de ciertos directivos, que no se malgaste el dinero público, que no se permitan asumir riesgos imprudentes, etcétera. Pero esto no resuelve el problema de fondo.

La verdadera solución sólo vendrá si el justo y honrado que sufre mira a Dios y, mirándolo, ensancha su horizonte. Este nuevo horizonte consiste en descubrir que los éxitos y riquezas de los cínicos y de los ricos son pura apariencia y necia estupidez si son sólo eso: dinero, bienestar y poder material. El verdadero rico es el que posee a Dios y el verdadero éxito no es tener y gozar cada vez más, sino ser justo y honrado en esta vida y esperar una eternidad feliz y dichosa.

No se trata de una vaga esperanza en el más allá. Se trata, más bien, de despertar a la percepción de la auténtica grandeza del ser humano, de la que forma parte también la vida eterna. El Señor nos emplaza a que aprovechemos la crisis para pasar de una concepción puramente material de la vida -y, por ello, equivocada-, a la verdadera sabiduría: descubrir cuál es el verdadero bien de la vida y seguirlo. Los cínicos pueden pensar que la vida licenciosa y sin escrúpulos del rico y poderoso es un bien. En realidad es un mal, pues le encierra en una perspectiva meramente animal de la existencia y le cierra el horizonte del más allá.

La crisis, además, es un aldabonazo de Dios que quiere despertar nuestras conciencias egoístas y abrirlas a los hermanos pobres y necesitados -que van a sufrir sus consecuencias de modo más incisivo-, para que compartamos con ellos nuestros bienes. La crisis puede y debe dar lugar a una inmensa catarata de solidaridad y fraternidad. Vivida desde la perspectiva de Dios, puede convertirse en un inmenso bien.

domingo, 14 de diciembre de 2008

MENSAJE DE BXVI PARA LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ

MENSAJE DE SU SANTIDAD
BENEDICTO XVI
PARA LA CELEBRACIÓN DE LA JORNADA MUNDIAL DE LA PAZ
1 ENERO 2009


COMBATIR LA POBREZA, CONSTRUIR LA PAZ

1. También en este año nuevo que comienza, deseo hacer llegar a todos mis mejores deseos de paz, e invitar con este Mensaje a reflexionar sobre el tema: Combatir la pobreza, construir la paz. Mi venerado predecesor Juan Pablo II, en el Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1993, subrayó ya las repercusiones negativas que la situación de pobreza de poblaciones enteras acaba teniendo sobre la paz. En efecto, la pobreza se encuentra frecuentemente entre los factores que favorecen o agravan los conflictos, incluidas la contiendas armadas. Estas últimas alimentan a su vez trágicas situaciones de penuria. «Se constata y se hace cada vez más grave en el mundo –escribió Juan Pablo II– otra seria amenaza para la paz: muchas personas, es más, poblaciones enteras viven hoy en condiciones de extrema pobreza. La desigualdad entre ricos y pobres se ha hecho más evidente, incluso en las naciones más desarrolladas económicamente. Se trata de un problema que se plantea a la conciencia de la humanidad, puesto que las condiciones en que se encuentra un gran número de personas son tales que ofenden su dignidad innata y comprometen, por consiguiente, el auténtico y armónico progreso de la comunidad mundial»[1].
2. En este cuadro, combatir la pobreza implica considerar atentamente el fenómeno complejo de la globalización. Esta consideración es importante ya desde el punto de vista metodológico, pues invita a tener en cuenta el fruto de las investigaciones realizadas por los economistas y sociólogos sobre tantos aspectos de la pobreza. Pero la referencia a la globalización debería abarcar también la dimensión espiritual y moral, instando a mirar a los pobres desde la perspectiva de que todos comparten un único proyecto divino, el de la vocación de construir una sola familia en la que todos –personas, pueblos y naciones– se comporten siguiendo los principios de fraternidad y responsabilidad.
En dicha perspectiva se ha de tener una visión amplia y articulada de la pobreza. Si ésta fuese únicamente material, las ciencias sociales, que nos ayudan a medir los fenómenos basándose sobre todo en datos de tipo cuantitativo, serían suficientes para iluminar sus principales características. Sin embargo, sabemos que hay pobrezas inmateriales, que no son consecuencia directa y automática de carencias materiales. Por ejemplo, en las sociedades ricas y desarrolladas existen fenómenos de marginación, pobreza relacional, moral y espiritual: se trata de personas desorientadas interiormente, aquejadas por formas diversas de malestar a pesar de su bienestar económico. Pienso, por una parte, en el llamado «subdesarrollo moral»[2] y, por otra, en las consecuencias negativas del «superdesarrollo»[3]. Tampoco olvido que, en las sociedades definidas como «pobres», el crecimiento económico se ve frecuentemente entorpecido por impedimentos culturales, que no permiten utilizar adecuadamente los recursos. De todos modos, es verdad que cualquier forma de pobreza no asumida libremente tiene su raíz en la falta de respeto por la dignidad trascendente de la persona humana. Cuando no se considera al hombre en su vocación integral, y no se respetan las exigencias de una verdadera «ecología humana»[4], se desencadenan también dinámicas perversas de pobreza, como se pone claramente de manifiesto en algunos aspectos en los cuales me detendré brevemente.
Pobreza e implicaciones morales
3. La pobreza se pone a menudo en relación con el crecimiento demográfico. Consiguientemente, se están llevando a cabo campañas para reducir la natalidad en el ámbito internacional, incluso con métodos que no respetan la dignidad de la mujer ni el derecho de los cónyuges a elegir responsablemente el número de hijos [5] y, lo que es más grave aún, frecuentemente ni siquiera respetan el derecho a la vida. El exterminio de millones de niños no nacidos en nombre de la lucha contra la pobreza es, en realidad, la eliminación de los seres humanos más pobres. A esto se opone el hecho de que, en 1981, aproximadamente el 40% de la población mundial estaba por debajo del umbral de la pobreza absoluta, mientras que hoy este porcentaje se ha reducido sustancialmente a la mitad y numerosas poblaciones, caracterizadas, por lo demás, por un notable incremento demográfico, han salido de la pobreza. El dato apenas mencionado muestra claramente que habría recursos para resolver el problema de la indigencia, incluso con un crecimiento de la población. Tampoco hay que olvidar que, desde el final de la Segunda Guerra Mundial hasta hoy, la población de la tierra ha crecido en cuatro mil millones y, en buena parte, este fenómeno se produce en países que han aparecido recientemente en el escenario internacional como nuevas potencias económicas, y han obtenido un rápido desarrollo precisamente gracias al elevado número de sus habitantes. Además, entre las naciones más avanzadas, las que tienen un mayor índice de natalidad disfrutan de mejor potencial para el desarrollo. En otros términos, la población se está confirmando como una riqueza y no como un factor de pobreza.
4. Otro aspecto que preocupa son las enfermedades pandémicas, como por ejemplo, la malaria, la tuberculosis y el sida que, en la medida en que afectan a los sectores productivos de la población, tienen una gran influencia en el deterioro de las condiciones generales del país. Los intentos de frenar las consecuencias de estas enfermedades en la población no siempre logran resultados significativos. Además, los países aquejados de dichas pandemias, a la hora de contrarrestarlas, sufren los chantajes de quienes condicionan las ayudas económicas a la puesta en práctica de políticas contrarias a la vida. Es difícil combatir sobre todo el sida, causa dramática de pobreza, si no se afrontan los problemas morales con los que está relacionada la difusión del virus. Es preciso, ante todo, emprender campañas que eduquen especialmente a los jóvenes a una sexualidad plenamente concorde con la dignidad de la persona; hay iniciativas en este sentido que ya han dado resultados significativos, haciendo disminuir la propagación del virus. Además, se requiere también que se pongan a disposición de las naciones pobres las medicinas y tratamientos necesarios; esto exige fomentar decididamente la investigación médica y las innovaciones terapéuticas, y aplicar con flexibilidad, cuando sea necesario, las reglas internacionales sobre la propiedad intelectual, con el fin de garantizar a todos la necesaria atención sanitaria de base.
5. Un tercer aspecto en que se ha de poner atención en los programas de lucha contra la pobreza, y que muestra su intrínseca dimensión moral, es la pobreza de los niños. Cuando la pobreza afecta a una familia, los niños son las víctimas más vulnerables: casi la mitad de quienes viven en la pobreza absoluta son niños. Considerar la pobreza poniéndose de parte de los niños impulsa a estimar como prioritarios los objetivos que los conciernen más directamente como, por ejemplo, el cuidado de las madres, la tarea educativa, el acceso a las vacunas, a las curas médicas y al agua potable, la salvaguardia del medio ambiente y, sobre todo, el compromiso en la defensa de la familia y de la estabilidad de las relaciones en su interior. Cuando la familia se debilita, los daños recaen inevitablemente sobre los niños. Donde no se tutela la dignidad de la mujer y de la madre, los más afectados son principalmente los hijos.
6. Un cuarto aspecto que merece particular atención desde el punto de vista moral es la relación entre el desarme y el desarrollo. Es preocupante la magnitud global del gasto militar en la actualidad. Como ya he tenido ocasión de subrayar, «los ingentes recursos materiales y humanos empleados en gastos militares y en armamentos se sustraen a los proyectos de desarrollo de los pueblos, especialmente de los más pobres y necesitados de ayuda. Y esto va contra lo que afirma la misma Carta de las Naciones Unidas, que compromete a la comunidad internacional, y a los Estados en particular, a “promover el establecimiento y el mantenimiento de la paz y de la seguridad internacional con el mínimo dispendio de los recursos humanos y económicos mundiales en armamentos” (art. 26)»[6].
Este estado de cosas, en vez de facilitar, entorpece seriamente la consecución de los grandes objetivos de desarrollo de la comunidad internacional. Además, un incremento excesivo del gasto militar corre el riesgo de acelerar la carrera de armamentos, que provoca bolsas de subdesarrollo y de desesperación, transformándose así, paradójicamente, en factor de inestabilidad, tensión y conflictos. Como afirmó sabiamente mi venerado Predecesor Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz»[7]. Por tanto, los Estados están llamados a una seria reflexión sobre los motivos más profundos de los conflictos, a menudo avivados por la injusticia, y a afrontarlos con una valiente autocrítica. Si se alcanzara una mejora de las relaciones, sería posible reducir los gastos en armamentos. Los recursos ahorrados se podrían destinar a proyectos de desarrollo de las personas y de los pueblos más pobres y necesitados: los esfuerzos prodigados en este sentido son un compromiso por la paz dentro de la familia humana.
7. Un quinto aspecto de la lucha contra la pobreza material se refiere a la actual crisis alimentaria, que pone en peligro la satisfacción de las necesidades básicas. Esta crisis se caracteriza no tanto por la insuficiencia de alimentos, sino por las dificultades para obtenerlos y por fenómenos especulativos y, por tanto, por la falta de un entramado de instituciones políticas y económicas capaces de afrontar las necesidades y emergencias. La malnutrición puede provocar también graves daños psicofísicos a la población, privando a las personas de la energía necesaria para salir, sin una ayuda especial, de su estado de pobreza. Esto contribuye a ampliar la magnitud de las desigualdades, provocando reacciones que pueden llegar a ser violentas. Todos los datos sobre el crecimiento de la pobreza relativa en los últimos decenios indican un aumento de la diferencia entre ricos y pobres. Sin duda, las causas principales de este fenómeno son, por una parte, el cambio tecnológico, cuyos beneficios se concentran en el nivel más alto de la distribución de la renta y, por otra, la evolución de los precios de los productos industriales, que aumentan mucho más rápidamente que los precios de los productos agrícolas y de las materias primas que poseen los países más pobres. Resulta así que la mayor parte de la población de los países más pobres sufre una doble marginación, beneficios más bajos y precios más altos.
Lucha contra la pobreza y solidaridad global
8. Una de las vías maestras para construir la paz es una globalización que tienda a los intereses de la gran familia humana[8]. Sin embargo, para guiar la globalización se necesita una fuerte solidaridad global[9], tanto entre países ricos y países pobres, como dentro de cada país, aunque sea rico. Es preciso un «código ético común»[10], cuyas normas no sean sólo fruto de acuerdos, sino que estén arraigadas en la ley natural inscrita por el Creador en la conciencia de todo ser humano (cf. Rm 2,14-15). Cada uno de nosotros ¿no siente acaso en lo recóndito de su conciencia la llamada a dar su propia contribución al bien común y a la paz social? La globalización abate ciertas barreras, pero esto no significa que no se puedan construir otras nuevas; acerca los pueblos, pero la proximidad en el espacio y en el tiempo no crea de suyo las condiciones para una comunión verdadera y una auténtica paz. La marginación de los pobres del planeta sólo puede encontrar instrumentos válidos de emancipación en la globalización si todo hombre se siente personalmente herido por las injusticias que hay en el mundo y por las violaciones de los derechos humanos vinculadas a ellas. La Iglesia, que es «signo e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano»[11], continuará ofreciendo su aportación para que se superen las injusticias e incomprensiones, y se llegue a construir un mundo más pacífico y solidario.
9. En el campo del comercio internacional y de las transacciones financieras, se están produciendo procesos que permiten integrar positivamente las economías, contribuyendo a la mejora de las condiciones generales; pero existen también procesos en sentido opuesto, que dividen y marginan a los pueblos, creando peligrosas premisas para conflictos y guerras. En los decenios sucesivos a la Segunda Guerra Mundial, el comercio internacional de bienes y servicios ha crecido con extraordinaria rapidez, con un dinamismo sin precedentes en la historia. Gran parte del comercio mundial se ha centrado en los países de antigua industrialización, a los que se han añadido de modo significativo muchos países emergentes, que han adquirido una cierta relevancia. Sin embargo, hay otros países de renta baja que siguen estando gravemente marginados respecto a los flujos comerciales. Su crecimiento se ha resentido por la rápida disminución de los precios de las materias primas registrada en las últimas décadas, que constituyen la casi totalidad de sus exportaciones. En estos países, la mayoría africanos, la dependencia de las exportaciones de las materias primas sigue siendo un fuerte factor de riesgo. Quisiera renovar un llamamiento para que todos los países tengan las mismas posibilidades de acceso al mercado mundial, evitando exclusiones y marginaciones
10. Se puede hacer una reflexión parecida sobre las finanzas, que atañe a uno de los aspectos principales del fenómeno de la globalización, gracias al desarrollo de la electrónica y a las políticas de liberalización de los flujos de dinero entre los diversos países. La función objetivamente más importante de las finanzas, el sostener a largo plazo la posibilidad de inversiones y, por tanto, el desarrollo, se manifiesta hoy muy frágil: se resiente de los efectos negativos de un sistema de intercambios financieros –en el plano nacional y global– basado en una lógica a muy corto plazo, que busca el incremento del valor de las actividades financieras y se concentra en la gestión técnica de las diversas formas de riesgo. La reciente crisis demuestra también que la actividad financiera está guiada a veces por criterios meramente autorrefenciales, sin consideración del bien común a largo plazo. La reducción de los objetivos de los operadores financieros globales a un brevísimo plazo de tiempo reduce la capacidad de las finanzas para desempeñar su función de puente entre el presente y el futuro, con vistas a sostener la creación de nuevas oportunidades de producción y de trabajo a largo plazo. Una finanza restringida al corto o cortísimo plazo llega a ser peligrosa para todos, también para quien logra beneficiarse de ella durante las fases de euforia financiera[12].
11. De todo esto se desprende que la lucha contra la pobreza requiere una cooperación tanto en el plano económico como en el jurídico que permita a la comunidad internacional, y en particular a los países pobres, descubrir y poner en práctica soluciones coordinadas para afrontar dichos problemas, estableciendo un marco jurídico eficaz para la economía. Exige también incentivos para crear instituciones eficientes y participativas, así como ayudas para luchar contra la criminalidad y promover una cultura de la legalidad. Por otro lado, es innegable que las políticas marcadamente asistencialistas están en el origen de muchos fracasos en la ayuda a los países pobres. Parece que, actualmente, el verdadero proyecto a medio y largo plazo sea el invertir en la formación de las personas y en desarrollar de manera integrada una cultura de la iniciativa. Si bien las actividades económicas necesitan un contexto favorable para su desarrollo, esto no significa que se deba distraer la atención de los problemas del beneficio. Aunque se haya subrayado oportunamente que el aumento de la renta per capita no puede ser el fin absoluto de la acción político-económica, no se ha de olvidar, sin embargo, que ésta representa un instrumento importante para alcanzar el objetivo de la lucha contra el hambre y la pobreza absoluta. Desde este punto de vista, no hay que hacerse ilusiones pensando que una política de pura redistribución de la riqueza existente resuelva el problema de manera definitiva. En efecto, el valor de la riqueza en una economía moderna depende de manera determinante de la capacidad de crear rédito presente y futuro. Por eso, la creación de valor resulta un vínculo ineludible, que se debe tener en cuenta si se quiere luchar de modo eficaz y duradero contra la pobreza material.
12. Finalmente, situar a los pobres en el primer puesto comporta que se les dé un espacio adecuado para una correcta lógica económica por parte de los agentes del mercado internacional, una correcta lógica política por parte de los responsables institucionales y una correcta lógica participativa capaz de valorizar la sociedad civil local e internacional. Los organismos internacionales mismos reconocen hoy la valía y la ventaja de las iniciativas económicas de la sociedad civil o de las administraciones locales para promover la emancipación y la inclusión en la sociedad de las capas de población que a menudo se encuentran por debajo del umbral de la pobreza extrema y a las que, al mismo tiempo, difícilmente pueden llegar las ayudas oficiales. La historia del desarrollo económico del siglo XX enseña cómo buenas políticas de desarrollo se han confiado a la responsabilidad de los hombres y a la creación de sinergias positivas entre mercados, sociedad civil y Estados. En particular, la sociedad civil asume un papel crucial en el proceso de desarrollo, ya que el desarrollo es esencialmente un fenómeno cultural y la cultura nace y se desarrolla en el ámbito de la sociedad civil[13].
13. Como ya afirmó mi venerado Predecesor Juan Pablo II, la globalización «se presenta con una marcada nota de ambivalencia»[14] y, por tanto, ha de ser regida con prudente sabiduría. De esta sabiduría, forma parte el tener en cuenta en primer lugar las exigencias de los pobres de la tierra, superando el escándalo de la desproporción existente entre los problemas de la pobreza y las medidas que los hombres adoptan para afrontarlos. La desproporción es de orden cultural y político, así como espiritual y moral. En efecto, se limita a menudo a las causas superficiales e instrumentales de la pobreza, sin referirse a las que están en el corazón humano, como la avidez y la estrechez de miras. Los problemas del desarrollo, de las ayudas y de la cooperación internacional se afrontan a veces como meras cuestiones técnicas, que se agotan en establecer estructuras, poner a punto acuerdos sobre precios y cuotas, en asignar subvenciones anónimas, sin que las personas se involucren verdaderamente. En cambio, la lucha contra la pobreza necesita hombres y mujeres que vivan en profundidad la fraternidad y sean capaces de acompañar a las personas, familias y comunidades en el camino de un auténtico desarrollo humano.
Conclusión
14. En la Encíclica Centesimus annus, Juan Pablo II advirtió sobre la necesidad de «abandonar una mentalidad que considera a los pobres –personas y pueblos– como un fardo o como molestos e importunos, ávidos de consumir lo que los otros han producido». «Los pobres –escribe– exigen el derecho de participar y gozar de los bienes materiales y de hacer fructificar su capacidad de trabajo, creando así un mundo más justo y más próspero para todos»[15]. En el mundo global actual, aparece con mayor claridad que solamente se construye la paz si se asegura la posibilidad de un crecimiento razonable. En efecto, las tergiversaciones de los sistemas injustos antes o después pasan factura a todos. Por tanto, únicamente la necedad puede inducir a construir una casa dorada, pero rodeada del desierto o la degradación. Por sí sola, la globalización es incapaz de construir la paz, más aún, genera en muchos casos divisiones y conflictos. La globalización pone de manifiesto más bien una necesidad: la de estar orientada hacia un objetivo de profunda solidaridad, que tienda al bien de todos y cada uno. En este sentido, hay que verla como una ocasión propicia para realizar algo importante en la lucha contra la pobreza y para poner a disposición de la justicia y la paz recursos hasta ahora impensables.
15. La Doctrina Social de la Iglesia se ha interesado siempre por los pobres. En tiempos de la Encíclica Rerum novarum, éstos eran sobre todo los obreros de la nueva sociedad industrial; en el magisterio social de Pío XI, Pío XII, Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II se han detectado nuevas pobrezas a medida que el horizonte de la cuestión social se ampliaba, hasta adquirir dimensiones mundiales[16]. Esta ampliación de la cuestión social hacia la globalidad hay que considerarla no sólo en el sentido de una extensión cuantitativa, sino también como una profundización cualitativa en el hombre y en las necesidades de la familia humana. Por eso la Iglesia, a la vez que sigue con atención los actuales fenómenos de la globalización y su incidencia en las pobrezas humanas, señala nuevos aspectos de la cuestión social, no sólo en extensión, sino también en profundidad, en cuanto conciernen a la identidad del hombre y su relación con Dios. Son principios de la doctrina social que tienden a clarificar las relaciones entre pobreza y globalización, y a orientar la acción hacia la construcción de la paz. Entre estos principios conviene recordar aquí, de modo particular, el «amor preferencial por los pobres»[17], a la luz del primado de la caridad, atestiguado por toda la tradición cristiana, comenzando por la de la Iglesia primitiva (cf. Hch 4,32-36; 1 Co 16,1; 2 Co 8-9; Ga 2,10).
«Que se ciña cada cual a la parte que le corresponde», escribía León XIII en 1891, añadiendo: «Por lo que respecta a la Iglesia, nunca ni bajo ningún aspecto regateará su esfuerzo»[18]. Esta convicción acompaña también hoy el quehacer de la Iglesia para con los pobres, en los cuales contempla a Cristo[19], sintiendo cómo resuena en su corazón el mandato del Príncipe de la paz a los Apóstoles: «Vos date illis manducare – dadles vosotros de comer» (Lc 9,13). Así pues, fiel a esta exhortación de su Señor, la comunidad cristiana no dejará de asegurar a toda la familia humana su apoyo a las iniciativas de una solidaridad creativa, no sólo para distribuir lo superfluo, sino cambiando «sobre todo los estilos de vida, los modelos de producción y de consumo, las estructuras consolidadas de poder que rigen hoy la sociedad»[20]. Por consiguiente, dirijo al comienzo de un año nuevo una calurosa invitación a cada discípulo de Cristo, así como a toda persona de buena voluntad, para que ensanche su corazón hacia las necesidades de los pobres, haciendo cuanto le sea concretamente posible para salir a su encuentro. En efecto, sigue siendo incontestablemente verdadero el axioma según el cual «combatir la pobreza es construir la paz».
Vaticano, 8 de diciembre de 2008
BENEDICTUS PP. XVI
________________________________________
[1] Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de 1993, 1.
[2] Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 19.
[3] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 28.
[4] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 38.
[5] Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 37; Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 25.
[6] Carta al Cardenal Renato Rafael Martino con ocasión del Seminario Internacional organizado por el Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz sobre el tema ‘‘Desarme, desarrollo y paz. Perspectivas para un desarme integral''(10 abril 2008): L'Osservatore Romano, ed. en lengua española (18 abril 2008), p. 3.
[7] Carta enc. Populorum progressio, 87.
[8] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 58.
[9] Juan Pablo II, Discurso a las asociaciones cristianas de trabajadores italianos (27 abril 2002), n. 4: L'Osservatore Romano, ed. en lengua española (10 mayo 2002), p. 10.
[10] Juan Pablo II, Discurso a la Asamblea plenaria de la Academia Pontificia de Ciencias sociales (27 abril 2001), n. 4: L'Osservatore Romano, ed. en lengua española (11 mayo 2001), p. 4.
[11] Concilio Vaticano II, Const. dogm. Lumen gentium, 1.
[12] Cf. Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz, Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, 368.
[13] Cf. ibíd., 356.
[14] Discurso a empresarios y sindicatos de trabajadores (2 mayo 2000), n. 3: L'Osservatore Romano, ed. en lengua española (5 mayo 2000), p. 7.
[15] Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 28.
[16] Cf. Pablo VI, Carta enc. Populorum progressio, 3.
[17] Juan Pablo II, Carta enc. Sollicitudo rei socialis, 42; Cf. Id. Carta enc. Centesimus annus, 57.
[18] León XIII, Carta enc. Rerum novarum, 41.
[19] Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Centesimus annus, 58.
[20] Ibíd.

SÍNTESIS DE LA INSTRUCCIÓN "DIGNITAS PERSONAE"

SÍNTESIS DE LA INSTRUCCIÓN "DIGNITAS PERSONAE"
VIERNES 12 DE DICIEMBRE DE 2008


Objetivo

En los últimos años las ciencias biomédicas han avanzado considerablemente. Estos avances han abierto nuevas perspectivas terapéuticas pero también han suscitado serios interrogantes que no fueron explícitamente afrontados en la Instrucción Do-num viatæ (22 de febrero de 1987). La nueva Instrucción, fechada el 8 de septiembre de 2008, Fiesta de la Natividad de la Virgen María, tiene la intención de responder a algunas nuevas cuestiones en el campo de la Bioética, que suscitan esperanzas pe-ro también perplejidades en sectores cada vez más vastos de la sociedad. En este sentido se «busca promover la formación de las conciencias» (n. 10) y animar una investigación biomédica respetuosa de la dignidad de todo ser humano y de la pro-creación.

Título

La Instrucción comienza con las palabras Dignitas personæ – la dignidad de la per-sona, que se le debe reconocer a todo ser humano, desde su concepción hasta su muerte natural. Este principio fundamental «expresa un gran “sí” a la vida humana», la cual «debe ocupar un lugar central en la reflexión ética sobre la investigación bio-médica» (n. 1).

Valor

Se trata de una «Instrucción e naturaleza doctrinal» (n. 1), emanada por la Congre-gación para la Doctrina de la Fe y aprobada expresamente por el Santo Padre Bene-dicto XVI. La Instrucción, por lo tanto, pertenece a los documentos que «participan del magisterio ordinario del Sumo Pontífice» (Instrucción Donum veritatis, n. 18), que ha de ser acogido por los fieles «con asentimiento religioso» (Instrucción Dignitas personæ, n. 37).

Preparación

Desde hace varios años la Congregación para la Doctrina de la Fe estudia las nue-vas cuestiones biomédicas con el objeto de actualizar la Instrucción Donum vitæ. Para examinar esas cuestiones nuevas «se han tenido siempre presentes los aspec-tos científicos correspondientes, aprovechando los estudios llevados a cabo por la Pontificia Academia para la Vida y las aportaciones de un gran número de expertos, para con­frontarlos con los principios de la antropología cristiana. Las EncíclicasVeri-tatis splendor y Evangelium vitæ de Juan Pablo II, y otras intervenciones del Magiste-rio, ofre­cen indicaciones claras acerca del método y del contenido para el examen de los problemas considerados» (n. 2).

Destinatarios

La Instrucción «se dirige a los fieles cristianos y a todos los que buscan la verdad» (n. 3). Cuando la Iglesia propone principios y valoraciones morales para la investiga-ción biomédica sobre la vida humana, «se vale de la razón y de la fe, contribuyendo así a elaborar una visión integral del hombre y de su vocación, capaz de acoger todo lo bueno que surge de las obras humanas y de las tradiciones culturales y religiosas, que frecuen­temente muestran una gran reverencia por la vida» (n. 3).

Estructura

La Instrucción «comprende tres partes: la primera recuerda algunos aspectos antro-pológicos, teológicos y éticos de importancia fundamental; la segunda afronta nue-vos problemas relativos a la procreación; la tercera parte examina algunas nuevas propuestas terapéuticas que implican la manipulación del embrión o del patrimonio genético humano» (n. 3).

Primera parte:

Aspectos antropológicos, teológicos y éticos de la vida y la procreación humana

Los dos principios fundamentales

«El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida» (n. 4). «El origen de la vida humana… tiene su auténtico contexto en el matrimonio y la familia, donde es generada por medio de un acto que expresa el amor recíproco entre el hombre y la mujer. Una procreación verdaderamente res-ponsable para con quien ha de nacer es fruto del matrimonio» (n. 6).
Fe y dignidad humana

«La Iglesia tiene la convicción de que la fe no sólo acoge y respeta lo que es huma-no, sino que también lo purifica, lo eleva y lo perfecciona» (n. 7). Dios ha creado a todos los seres humanos a su imagen; en su Hijo encarnado ha revelado plenamente el misterio del hombre; el Hijo hace que podamos llegar a ser hijos de Dios. «A partir del conjunto de estas dos dimensiones, la humana y la divina, se entiende mejor el por qué del valor inviolable del hombre: él posee una vocación eterna y está llamado a compartir el amor trinitario del Dios vivo» (n. 8).

Fe y vida matrimonial

«Las dimensiones natural y sobrenatural de la vida humana, permiten también com-prender mejor en qué sentido los actos que conceden al ser humano la existencia, en los que el hombre y la mujer se entregan mutualmente, son un reflejo del amor trinitario. Dios, que es amor y vida, ha inscrito en el varón y en la mujer la llamada a una especial participación en su misterio de comunión personal y en su obra de Creador y de Padre… El Espíritu Santo infundido en la celebración sacramental ofre-ce a los esposos cristianos el don de una comunión nueva de amor, que es imagen viva y real de la singularísima unidad que hace de la Iglesia el indivisible Cuerpo mís-tico del Señor Jesús» (n. 9).

Magisterio eclesiástico y autonomía de la ciencia

«Juzgando desde el punto de vista ético algunos resultados de las recientes investi-gaciones de la medicina sobre el hombre y sus orígenes, la Iglesia no interviene en el ámbito de la ciencia médica como tal, sino que invita a los interesados a actuar con responsabilidad ética y social. Ella les recuerda que el valor ético de la ciencia biomédica se mide en referencia tanto al respeto incondicional debido a cada ser humano, en todos los momentos de su existencia, como a la tutela de la especifici-dad de los actos personales que transmiten la vida» (n. 10).




Segunda parte:

Nuevos problemas relativos a la procreación

Técnicas de asistencia a la fertilidad

Entre las técnicas para superar la infertilidad se encuentran las siguientes:

«la técnicas de fecundación artificial heteróloga» (n. 12): son las «técnicas ordena-das a obtener artificialmente una concepción humana, a partir de gametos proceden-tes de al menos un donador diverso de los esposos unidos en matrimonio» (nota 22);
«las técnicas de fecundación artificial homóloga» (n. 12): «las técnicas dirigidas a lograr la concepción humana a partir de los gametos de dos esposos unidos en ma-trimonio» (nota 23);
«las técnicas que se configuran como una ayuda al acto conyugal y a su fecundidad» (n. 12);
«las intervenciones que tienen por finalidad remover los obstáculos que impiden la fertilidad natural» (n. 13);
«el procedimiento de adopción» (n. 13).
Al respecto, son lícitas todas las técnicas que respetan «el derecho a la vida y a la integridad física de cada ser humano», «la unidad del matrimonio, que implica el res-peto recíproco del derecho de los cónyuges a convertirse en padre y madre solamen-te el uno a través del otro» y «los valores específicamente humanos de la sexuali-dad, que «exigen que la procreación de una persona humana sea querida como el fruto del acto conyugal específico del amor entre los esposos» (n. 12).

Son «admisibles las técnicas que se configuran como una ayuda al acto conyugal y a su fecundidad… El acto médico es respetuoso de la dignidad de las personas cuan-do se dirige a ayudar el acto conyugal, ya sea para facilitar su realización, o para que el acto normalmente realizado consiga su fin» (n. 12).
«Son ciertamente lícitas las intervenciones que tienen por finalidad remover los obs-táculos que impiden la fertilidad natural» (n. 13).
«Habría que alentar, promover y facilitar… el procedimiento de adopción de los nu-merosos niños huérfanos». Es importante estimular «las investigaciones e inversio-nes dedicadas a la prevención de la esterilidad» (n. 13).
Fecundación in vitro y eliminación voluntaria de embriones

La experiencia de los últimos años ha demostrado que en el contexto de las técnicas de fecundación in vitro «el número de embriones sacrificados es altísimo» (n. 14): arriba del 80% en los centros más importantes (cf. nota 27). «Los embriones defec-tuosos, producidos in vitro, son directamente descartados»; muchas parejas «recu-rren a las técnicas de procreación artificial con el único objetivo de poder hacer una selección genética de sus hijos»; entre los embriones producidos in vitro «un cierto número es transferido al seno materno, mientras los demás se congelan»; la técnica de la transferencia múltiple, o sea «de un número mayor de embriones con respecto al hijo deseado, previendo que algunos se pierdan…, lleva de hecho a un trato pu-ramente instrumental de los embriones» (n. 15).

«La aceptación pasiva de la altísima tasa de pérdidas (abortos) producidas por las técnicas de fecundación in vitro demuestra con elocuencia que la substitución del acto conyugal con un procedimiento técnico… contribuye a debilitar la conciencia del respeto que se le debe a cada ser humano. Por el contrario, la conciencia de tal res-peto se ve favorecida por la intimidad de los esposos animada por el amor conyu-gal… Frente a la instrumentalización del ser huma­no en el estadio embrionario, hay que repetir que el amor de Dios no hace diferencia entre el recién concebido, aún en el seno de su madre, y el niño o el joven o el hombre maduro o el anciano. No hace diferencia, porque en cada uno de ellos ve la huella de su imagen y semejanza… Por eso el Magisterio de la Iglesia ha proclamado constan­te­mente el carácter sagrado e inviolable de toda vida humana, desde su concepción hasta su fin natural» (n. 16).

La Inyección intracitoplasmática de espermatozoides (ICSI)

Es una variante de la fecundación in vitro, en la que «la fecundación no ocurre es-pontáneamente en la probeta, sino a través de la inyección en el citoplasma del óvu-lo de un solo espermatozoide previamente seleccionado, y a veces a través de la inyección de elementos inmaduros de la línea germinal masculina» (nota 32).

Esa técnica es moralmente ilícita: «supone una completa disociación entre la pro-creación y el acto conyugal», «se realiza fuera del cuerpo de los cónyuges por medio de gestos de terceras personas, cuya competencia y actividad técnica determina el éxito de la intervención; confía la vida y la identidad del embrión al poder de los mé-dicos y de los biólogos, e instaura un dominio de la técnica sobre el origen y sobre el destino de la persona humana» (n. 17).

El congelamiento de embriones

«Para no repetir la extracción de óvulos de la mujer, se procede a una única extrac-ción múltiple, seguida por la crioconservación de una parte importante de los embrio-nes producidos in vitro. Esto se hace previendo la posibilidad de un segundo ciclo de tratamiento, en el caso de que fracase el primero, o bien porque los padres podrían querer otro embarazo» (n. 18). El congelamiento o la crioconservación en relación a los embriones «es un procedimiento de enfriamiento a bajísimas temperaturas para permitir una larga conservación» (nota 35).

«La crioconservación es incompatible con el respeto debido a los embriones huma-nos: presupone su producción in vitro; los expone a graves riesgos de muerte o de daño a su integridad física, en cuanto un alto porcentaje no sobrevive al procedi-miento de congelación y descongelación; los priva al menos temporalmente de la acogida y gestación materna; los pone en una situación susceptible de ulteriores ofensas y manipulaciones» (n. 18).
En lo que se refiere al gran número de embriones congelados ya existentes, ¿qué hacer con ellos? Al respecto, todas las propuestas presentadas (usarlos para la in-vestigación o destinarlos a usos terapéuticos; descongelarlos y, sin activarlos usarlos para la investigación como si fueran simples cadáveres; ponerlos a disposición de las parejas infértiles, como “terapia de la infertilidad”; proceder a una forma de “adopción prenatal”) ponen diferentes tipos de problemas. «En definitiva, es necesario constatar que los millares de embriones que se encuentran en estado de abandono determi-nan una situación de injusticia que es de hecho irreparable. Por ello Juan Pablo II dirigió una llamada a la conciencia de los responsables del mundo científico, y de modo particular a los médicos para que se detenga la producción de embriones humanos, teniendo en cuenta que no se vislumbra una salida moralmente lícita para el destino humano de los miles y miles de embriones “congelados”, que son y siguen siendo siempre titulares de los derechos esenciales y que, por tanto, hay que tutelar jurídicamente como personas humanas» (n. 19).
El congelamiento de los óvulos

«Para evitar los graves problemas éticos suscitados por la crioconservación de em-briones, en el ámbito de las técnicas de fecundación in vitro, se ha presentado la propuesta de congelar los óvulos» (n. 20).

Al respecto, la crioconservación de los óvulos, que en sí no es inmoral y se sitúa en otros contextos que aquí no son considerados, «en orden al proceso de procreación artificial es moralmente inaceptable» (n. 20).

La reducción embrionaria

«Algunas técnicas usadas en la procreación artificial, sobre todo la transfe­rencia de varios embriones al seno materno, han dado lugar a un aumento significativo del porcentaje de embarazos múltiples. Debido a esto se ha ideado la llamada reducción embrionaria, que consiste en una intervención para reducir el número de embriones o fetos presentes en el seno materno mediante la directa supresión de algunos» (n. 21).

«Desde el punto de vista ético, la reducción embrionaria es un aborto intencional se-lectivo. Se trata, en efecto, de una eliminación deliberada y directa de uno o más se-res humanos inocentes en la fase inicial de su existencia, y como tal constituye siempre un desorden moral grave» (n. 21).

El diagnóstico preimplantatorio

«El diagnóstico preimplantatorio es una forma de diagnóstico prenatal, vinculada a las técnicas de fecundación artificial, que prevé el diagnóstico genético de los em-briones formados in vitro, antes de su traslado al seno materno. Se efectúa con obje-to de tener la seguridad de trasladar a la madre sólo embriones sin defectos o con un sexo determinado o con algunas cualidades particulares» (n. 22).

A diferencia de «otros tipos de diagnóstico prenatal… al diagnóstico preimplantato-rio… sigue ordina­riamente la eliminación del embrión que ha sido designado como “sospechoso” de poseer defectos genéticos o cromosómicos, o de ser de un sexo no querido o de tener cualidades no deseadas. El diagnóstico preimplantatorio… se or-dena de hecho a una selección cualitativa con la consecuente destrucción de em-briones, la cual se configura como una práctica abortiva precoz… Tratando el em-brión humano como simple “material de laboratorio”, se produce también una altera-ción y una discriminación en lo que se refiere al concepto mismo de dignidad huma-na… Tal discriminación es inmoral y debería ser considerada jurídicamente inacep-table» (n. 22).

Nuevas formas de intercepción y contragestación

Hay medios técnicos que actúan después de la fecundación, una vez constituido el embrión.

«Estas técnicas son interceptivas cuando interceptan el embrión antes de su anida-ción en el útero materno» (n. 23), por ejemplo, a través del «espiral… y la llamada "píldora del día siguiente"» (nota 42).
Son «contragestativas cuando provocan la eliminación del embrión apenas implanta-do» (n. 23), por ejemplo a través de «la píldora RU 486» (nota 43).
Si bien es cierto que los interceptivos no provocan un aborto cada vez que se usan, pues no siempre se da la fecundación después de una relación sexual, hay que hacer notar «que la intencionalidad abortiva generalmente está presente en la per-sona que quiere impedir la implantación de un embrión en el caso de que hubiese sido concebido y que, por tanto, pide o prescribe fármacos interceptivos. En el caso de la contragestación «se trata del aborto de un embrión apenas anidado… El uso de los medios de intercepción y contragestación forma parte del pecado de aborto y es gravemente inmoral» (n. 23).




Tercera parte:
Nuevas propuestas terapéuticas que comportan la manipulación del embrión o del patrimonio genético humano

La terapia génica

Por terapia génica se entiende «la aplicación al hombre de las técnicas de ingeniería genética con una finalidad terapéutica, es decir, con el objetivo de curar enfermeda-des de origen genético» (n. 25).

La terapia génica somática «se propone eliminar o reducir defectos genéticos pre-sentes a nivel de células somáticas» (n. 25).
La terapia génica germinal «apunta en cambio a corregir defectos genéticos presen-tes en células de la línea germinal, de modo que los efectos terapéuticos consegui-dos sobre el sujeto se transmitan a su eventual descendencia» (n. 25).
Desde el punto de vista ético hay que tener presente lo siguiente:

En lo que se refiere a las intervenciones de terapia génica somática, estas «son, en principio, moralmente lícitas… Puesto que la terapia génica puede comportar riesgos significativos para el paciente, hay que observar el principio deontológico general según el cual, para realizar una intervención terapéutica, es necesario asegurar pre-viamente que el sujeto tratado no sea expuesto a riesgos para su salud o su integri-dad física, que sean excesivos o desproporcionados con respecto a la gravedad de la patología que se quiere curar. También se exige que el paciente, previamente in-formado, dé su consentimiento, o lo haga un legítimo representante suyo» (n. 26).
En lo se refiere a la terapia génica germinal, «los riesgos vinculados a cada manipu-lación genética son significativos y todavía poco controlables, en el estado actual de la investigación, no es moralmente admisible actuar de modo tal que los daños po-tenciales consiguientes se puedan difundir en la descendencia» (n. 26).
En lo se refiere a la hipótesis de la aplicación de la ingeniería genética con el presun-to fin de mejorar y potenciar la dotación genética, tales manipulaciones favorecen «una mentalidad eugenésica e introducen indirectamente un estigma social en los que no poseen dotes particulares, mientras enfatizan otras cualidades que son apre-ciadas por determinadas culturas y sociedades, sin constituir de por sí lo que es es-pecíficamente humano. Esto contrasta con la verdad fundamental de la igualdad de todos los seres humanos, que se traduce en el principio de justicia, y cuya violación, a la larga, atenta contra la convivencia pacífica entre los hombres… Finalmente hay que notar que en el intento de crear un nuevo tipo de hombre se advierte fácilmente una cuestión ideológica: el hombre pretende sustituirse al Creador» (n. 27).
La clonación humana

Por clonación humana se entiende «la reproducción asexual y agámica de la totali-dad del organismo humano, con objeto de producir una o varias “copias” substan-cialmente idénticas, desde el punto de vista genético, al único progenitor» (n. 28). «Las técnicas propuestas para realizar la clonación humana son dos: fisión gemelar y transferencia del núcleo. La fisión gemelar consiste en la separación artificial de células individuales o grupos de células del embrión, en las primeras fases del desa-rrollo, y en su subsiguiente traslado al útero, para conseguir artificialmente embriones idénticos. La transferencia de núcleo, o clonación propiamente dicha, consiste en la introducción de un núcleo extraído de una célula embrionaria o somática en un óvulo anteriormente privado de su núcleo, seguido por la activación de este óvulo que, por consiguiente, debería desarrollarse como embrión» (nota 47). «La clonación se pro-pone con dos objetivos fundamentales: reproductivo, es decir, para conseguir el na-cimiento de un niño clonado, y terapéutico o de investigación» (n. 28).

La clonación humana es «intrínsecamente ilícita pues… se propone dar origen a un nuevo ser humano sin conexión con el acto de recíproca donación entre dos cónyu-ges y, más radicalmente, sin ningún vínculo con la sexualidad. Tal circunstancia da lugar a abusos y a manipulaciones gravemente lesivas de la dignidad humana» (n. 28).

En lo que se refiere a la cloración reproductiva, «se impondría al sujeto clonado un patrimonio genético preordenado, sometiéndolo de hecho a una forma de esclavitud biológica de la que difícilmente podría liberarse. El hecho de que una persona se arrogue el derecho de determinar arbitrariamente las características genéticas de otra persona, representa una grave ofensa a la dignidad de esta última y a la igual-dad fundamental entre los hombres… Cada uno de nosotros encuentra en el otro a un ser humano que debe su existencia y sus características personales al amor de Dios, del cual sólo el amor entre los cónyuges constituye una mediación conforme al designio de nuestro Creador y Padre del Cielo» (n. 29).
En lo que refiere a la clonación terapéutica, es necesario precisar que «producir em-briones con el propósito de destruirlos, aunque sea para ayudar a los enfermos, es totalmente incompatible con la dignidad humana, porque reduce la existencia de un ser humano, incluso en estado embrionario, a la categoría de instrumento que se usa y destruye. Es gravemente inmoral sacrificar una vida humana para finalidades tera-péuticas» (n. 30).
El uso terapéutico de las células troncales

«Las células troncales o células madre son células indiferenciadas que poseen dos características fundamentales: a) la prolongada capacidad de multiplicarse sin dife-renciarse; b) la capacidad de dar origen a células progenitoras de tránsito, de las que descienden células sumamente diferenciadas, por ejemplo, nerviosas, musculares o hemáticas. Desde la verificación experimental de que las células troncales trans-plantadas a un tejido dañado tienden a favorecer la repoblación de células y la rege-neración del tejido, se han abierto nuevas perspectivas para la medicina regenerati-va, que han suscitado gran interés entre los investigadores de todo el mundo» (n. 31).

Para la valoración ética, hay que considerar sobre todo los métodos de recolección de células troncales.

«Se deben considerar lícitos los métodos que no procuran grave daño al sujeto del que se extraen. Esta condición se verifica generalmente en el caso de: a) extracción de células de tejidos de un organismo adulto; b) de la sangre del cordón umbilical en el momento del parto; c) de los tejidos de fetos muertos de muerte natural» (n. 32).
«La extracción de células troncales del embrión humano viviente causa inevitable-mente su destrucción, resultando por consiguiente gravemente ilícita… En este caso «la investigación… no se pone verdaderamente al servicio de la humanidad, pues implica la supresión de vidas humanas que tienen igual dignidad que los demás indi-viduos humanos y que los investigadores» (n. 32).
«El uso de células troncales embrionarias o de células diferenciadas derivadas de ellas, que han sido eventualmente provistas por otros investigadores mediante la su-presión de embriones o que están disponibles en comercio, pone serios problemas desde el punto de vista de la cooperación al mal y del escándalo» (n. 32).
Se hace notar, de todas formas, que muchos estudios tienden a reconocer resulta-dos más positivos a las células troncales adultas que a las embrionarias.

Los intentos de hibridación

«Recientemente se han utilizado óvulos de animales para la reprogramación de los núcleos de las células somáticas humanas… con el fin de extraer células troncales embrionarias de los embriones resultantes, sin tener que recurrir a la utilización de óvulos humanos» (n. 33).

«Desde un punto de vista ético, tales procedimientos constituyen una ofensa a la dignidad del ser humano, debido a la mezcla de elementos genéticos humanos y animales capaz de alterar la identidad específica del hombre» (n. 33).

La utilización de “material biológico” humano de origen ilícito

Para la investigación científica y la elaboración de distintos productos, a veces se usan embriones o líneas celulares que son el resultado de intervenciones ilícitas co-ntra la vida o la integridad física del ser humano.

En relación a la experimentación con embriones, ello «constituye un delito en consi-deración a su dignidad de seres humanos, que tienen derecho al mismo respeto de-bido al niño ya nacido y a toda persona». Estas formas de experimentación constitu-yen siempre un desorden moral grave» (n. 34).
obre el uso de los investigadores de "material biológico" de origen ilícito, que ha sido producido fuera de sus centros de investigación, o que se encuentra en comercio, «se debe salvaguardar además la exigencia moral de que no haya habido complici-dad alguna con el aborto voluntario, y de evitar el peligro de escándalo. En ese sen-tido es insuficiente el criterio de independencia formulado por algunos comités de ética, según el cual sería éticamente lícita la utilización de "material biológico" de ori-gen ilícito, a condición de que exista una separación clara entre los que producen, congelan y dan muerte a los embriones, y los investigadores que desarrollan la expe-rimentación científica». Hay que precisar que «el deber de rechazar el "material bio-lógico" deriva de la obligación de separarse, en el ejercicio de la propia actividad de investigación, de un marco legislativo gravemente injusto y de afirmar con claridad el valor de la vida humana… Por eso el mencionado criterio de independencia es ne-cesario, pero puede ser éticamente insuficiente» (n. 35).
«Por supuesto, dentro de este marco general existen diferentes grados de responsa-bilidad. Razones de particular gravedad podrían ser moralmente proporcionadas co-mo para justificar el uso de ese “material biológico”. Así, por ejemplo, el peligro para la salud de los niños podría autorizar a sus padres a utilizar una vacuna elaborada con líneas celulares de origen ilícito, quedando en pié el deber de expresar su des-acuerdo al respecto y de pedir que los sistemas sanitarios pongan a disposición otros tipos de vacunas. Por otro lado, debemos tener en cuenta que en las empresas que utilizan líneas celulares de origen ilícito no es idéntica la responsabilidad de quienes deciden la orientación de la producción y la de aquéllos que no tienen poder de decisión» (n. 35).

P. Rainiero Cantalamessa: “Hay muchos métodos para orientar la vida con la Palabra de Dios”

P. Rainiero Cantalamessa: “Hay muchos métodos para orientar la vida con la Palabra de Dios”


Los libros de sermones han tenido una amplia tradición en la Iglesia, si bien hoy no resultan muy frecuentes. Sin embargo, ha sido tal el éxito de las homilías del padre Cantalamessa, Predicador del Papa, que próximamente publicará un libro con una recopilación de ellos.

El padre Cantalamessa es un Franciscano Capuchino, sacerdote católico que en 1980 fue designado por Juan Pablo II como predicador de la Casa Pontificia.

Como predicador oficial, el padre Cantalamessa predicaba un sermón semanal en Adviento y Cuaresma en presencia del papa Benedicto XVI, los Cardenales, Obispos y toda la plana mayor de la Santa Sede. El título y cargo de Predicador de la Casa Pontificia, también conocido como Predicador Apostólico, se remonta a la época de Pablo IV (1555-1559). En 1743 el papa Benedicto XIV reservó ese cargo exclusivamente a la Orden de los Frailes Menores capuchinos.

-¿Qué hace para escribir sus homilías y meditaciones?
-[Risas...] ¿Qué hago? Leo la Palabra de Dios. Antes de pensar en mis reflexiones, trato de ponerme ante la Palabra de Dios, de buscar cuál es el mensaje que en este momento particular en el que nos encontramos, en el que me encuentro, emerge de la Palabra de Dios. En general, al inicio, es una pequeña luz, que después, poco a poco, se confirma, se consolida, que se comprende mejor a través de una situación o de un problema actual. Ayuda mucho un clima de oración, de escucha del Espíritu Santo, pues Él ha inspirado la Sagrada Escritura y sólo él sabe explicarla, aplicarla al mundo de hoy.


-¿Qué le aconseja a un cristiano que quiera meditar en la Palabra para sacar lecciones para su propia vida o para tomar decisiones de vida bajo la mirada de Dios?
-Depende en parte del estado de vida, de los deberes de esta persona. Si se trata de un uso personal de la Palabra de Dios, para su propia vida, lo mejor es comenzar a utilizar la Palabra que la Iglesia nos ofrece a través de la liturgia: la liturgia de las horas, la misa...

Con frecuencia, el Señor para hablar se sirve de la elección de la Iglesia, de las lecturas del día. Escuchar con los oídos atentos las lecturas del día con frecuencia revela una respuesta a un problema particular. Una palabra parece hecha a nuestra medida hasta el punto de que a veces uno dice: “¡Esto ha sido escrito justo para mí!” Por tanto, hay que valorar la elección comunitaria, no personal, hecha por la Iglesia en la liturgia.

Luego está la elección personal, es decir, releer los pasajes de la Escritura que en el pasado han tenido importancia para nosotros, que nos han interpelado. Con frecuencia, el Señor vuelve a hablar a través de los mismos textos para decirnos cosas nuevas y adaptadas a las situaciones que estamos viviendo. Por tanto, hay que valorar las palabras de Dios que en el pasado han sido para nosotros indicaciones importantes.

Luego hay otro medio que es utilizado en la Renovación Carismática, aunque no sólo en ella: consiste en rezar y, después de hacer un acto de fe, abrir la Biblia, pensando que se va a encontrar una respuesta del Señor, o incluso, decidiendo que se tomará como palabra de Dios para nosotros la que cae ante nuestros ojos. No es un medio que ha inventado hoy la Renovación Carismática. Por ejemplo, es lo que le sucedió a San Agustín, quien en el momento crucial de su conversión, abrió las cartas de San Pablo decidido a tomar como voluntad de Dios el primer pasaje que leyera.

Le tocó Romanos 13, donde se dice “nada de lujurias y desenfrenos”, “revistámonos de las armas de la luz”. Al leer el pasaje, experimentó cómo le penetraba una luz y una serenidad que le permitió comprender que podía vivir casto.

Lo mismo le sucedió a San Francisco de Asís. Cuando todavía no sabía qué hacer, se fue a una iglesia y abrió tres veces el Evangelio y cada vez cayó en un pasaje que hablaba del envío de los apóstoles sin bastón, sin alforjas ni dinero, sin dos túnicas. Y se dijo: “esto es lo que el Señor quiere para nosotros”.

Pero los ejemplos se multiplican hasta nuestros días. Teresa de Lisieux no sabía qué hacer, abrió la carta a los Corintios y en ella encontró su vocación a ser el corazón, a ser la caridad. Yo he tenido muchas confirmaciones personales y también de otras personas que han encontrado en la Biblia la Palabra de Dios. No me canso de repetir un episodio muy simpático.

Estaba predicando una misión en Australia, y durante el último día vino a verme un obrero, una persona muy sencilla, para decirme que tenía un problema grave en su familia. Tenía un hijo de once años, que no estaba bautizado, pues su mujer se había hecho testigo de Jehová y no quería el bautismo. Me dijo: “¿Qué hago? Si le bautizo habrá un problema, si no le bautizo no me puedo quedar tranquilo, pues cuando nos casamos los dos éramos católicos”. Le dije: “Déjame reflexionar esta noche”.

Al día siguiente, cuando llegó, me dijo: “Padre, he encontrado la solución. Ayer, cuando llegué a casa, recé, después abrí la Biblia y me salió el episodio en el que Abraham lleva a Isaac a la inmolación. Y he visto que cuando Abraham lleva a inmolar a Isaac no le dijo nada a su mujer”. Era un discernimiento perfecto, pues, de hecho, los rabinos dicen que Abraham no le dijo nada precisamente para evitar que la mujer le impidiera obedecer a Dios. Yo mismo bauticé al niño.

Naturalmente hay que evitar un uso mágico de la Escritura, abrirla sin haber rezado. Esta utilización de la Escritura sólo puede tener lugar cuando se vive en un clima espiritual de obediencia a Dios. Con Dios no se bromea, a Dios no se le interroga de broma, se le interroga ante todo porque uno está decidido a hacer lo que Él nos dará a entender.

Como se puede ver, hay muchos métodos, desde el público al más personal, para orientar la propia vida con la Palabra de Dios.

-Desde hace tres años se publican sus homilías en siete idiomas en Internet. ¿Que ha significado para usted esta experiencia en este nuevo púlpito?

-Ha sido también un descubrimiento para mí, en el sentido de que no pensaba, y creo que tampoco nadie podía pensar que se daría toda esa acogida. Después, al viajar por el mundo, también me he dado cuenta de que la mayoría de los que no me conocían personalmente, me conocían a través de Internet, en concreto de la agencia de noticias Zenit, a través de estos comentarios a los Evangelios. Desde el desierto de Arizona hasta África, de Asia hasta Francia, por doquier.

Por una parte, ha sido para mí un hermoso descubrimiento, y creo que para vosotros es un aliento. Éste es hoy un vehículo importante para el Evangelio. Hay mucha más gente de la que creemos que busca estos contenidos bíblicos, evangélicos, en Internet. Y los usa: para prepararse a la misa...

Algunos sacerdotes los utilizan para preparar la homilía. No son sólo de utilidad para quien los lee, pues esta persona, a su vez, los adapta, los vuelve a presentar, no los relee literalmente. Son una semilla que cae en muchos corazones