lunes, 20 de abril de 2009

Osoro dedica primera jornada como arzobispo a visitar ancianos y enfermos

Efe | Valencia

Carlos Osoro ha dedicado su primera jornada como arzobispo de Valencia, tras su toma de posesión celebrada ayer en la Catedral, a visitar a sacerdotes ancianos y enfermos de la archidiócesis, según fuentes del Arzobispado de Valencia.

Durante la mañana ha acudido a la residencia de las religiosas Cooperadoras de Betania en la localidad valenciana de Quart de Poblet, en la que ha sido su primera vista como titular de la diócesis valentina.

El prelado, que ha presidido una misa en la capilla de la residencia ante la comunidad de religiosas y los sacerdotes atendidos, les ha agradecido en la homilía su esfuerzo.

"La archidiócesis que yo recojo ahora es fruto también de vuestro trabajo y el de todos los sacerdotes mayores que habéis gastado vuestra vida en ella al servicio de la Iglesia y los demás", ha señalado.

Tras la ceremonia, Carlos Osoro se ha reunido en el salón de actos de la residencia con los 18 sacerdotes que, en la actualidad, viven en la casa, y ha compartido un almuerzo con todos ellos así como con los tres obispos auxiliares de Valencia, monseñor Esteban Escudero, Enrique Benavent y Salvador Guiménez.

Concluido el almuerzo, monseñor Osoro ha acudido al hospital la Fe de Valencia para visitar a otro sacerdote ingresado en el centro sanitario.

La congregación Cooperadoras de Betania, cuyo carisma es la atención al clero sacerdotal, fue fundada en 1925 por el sacerdote valenciano Pedro García Cerdán, natural de Jarafuel, y está presetne en los países iberoamericanos de Perú y México.

Las religiosas, que abrieron hace 15 años su residencia en Quart de Poblet, realizan "una labor al servicio a los sacerdotes, tanto en la asistencia personal, como en la catequesis, el desarrollo de su ministerio pastoral y en la liturgia.

En España regentan residencias en Vitoria, Madrid, Calatayud y Toledo. Igualmente, rigen en Valencia las residencias sacerdotales "Venerable Agnesio" y "San Luis Bertrán". además de la casa de Quart de Poblet, localidad en la que también colaboran en un colegio diocesano de primaria y ESO.

domingo, 19 de abril de 2009

Nuevo Arzobispo de Valencia: La Iglesia existe para evangelizar y reconciliar

VALENCIA, 17 Abr. 09 (ACI).- El nuevo Arzobispo de Valencia, Mons. Carlos Osoro, señaló en una reciente entrevista que si bien "existen dificultades propias de nuestra cultura para evangelizar que vienen de muchas instancias", la Iglesia Católica "existe para evangelizar, para predicar y enseñar".

En diálogo con Religión Digital, el Prelado dijo que "a mí lo que me preocupa es que entendamos los cristianos, que sigue siendo verdad que evangelizar constituye la dicha y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Pues la Iglesia existe para evangelizar, para predicar y enseñar, para ser canal del don de la gracia, para reconciliar a los hombres con Dios, para perpetuar el sacrificio de Cristo".

"La gran preocupación de la Iglesia debe ser recobrar el entusiasmo del anuncio, sabiendo donde pisa y las dificultades que tiene delante, sin arredrarse ante las dificultades ni ponerse a llorar permanentemente", agregó.

La Iglesia, continuó, "tiene siempre salidas para afrontar todo, pues se las da su Señor. Mis preocupaciones van por aquí. Con la fuerza de Dios nadie puede descristianizar, pues Él es quien tiene el poder y la fuerza y la gloria".

Al hablar sobre el proyecto de ley que liberalizaría aún más el aborto en España, impulsado por el Gobierno del PSOE, el Arzobispo recordó que "la Iglesia defiende la vida. Y está en juego una cultura: o la de la vida o la de la muerte. La Iglesia por mandato de su Señor defiende, quiere, predica la cultura de la vida. Y la jerarquía hemos de ejercer el magisterio sobre la vida, y debemos hacer todo aquello que creamos necesario para defender la vida, con los medios legítimos de toda sociedad democrática".

Al mismo tiempo, prosiguió, " hemos de hacer posible que los cristianos sean auténticos testigos. Son ellos quienes tienen que hacer esta defensa en medio del mundo con los medios legítimos que tenemos a nuestro alcance para defender y proponer la cultura de la vida y hacer la defensa de la vida".

Refiriéndose al hecho de salir a las calles para anunciar esta defensa de la vida que siempre hace la Iglesia, Mons. Osoro cuestionó: "¿por qué los cristianos no van a poder expresar esto públicamente? No hacerlo sería negar el misterio de la Encarnación. Pero lo más valioso para la defensa de la vida, es hacerlo con el testimonio".

En la entrevista el nuevo Arzobispo de Valencia comentó también que la Iglesia en España debe "vivir con pasión su identidad de Iglesia de Cristo. Oír la llamada a la conversión. Jesucristo está vivo en su Iglesia y es fuente de esperanza para la Iglesia y para todos los hombres. Decidirnos los cristianos de una vez por todas a ser transparencia real del Resucitado, viviendo en íntima comunión con Él".

domingo, 12 de abril de 2009

La novia de Jesucristo



artículo de El mundo. 12/04/09

Cristo de las Injurias, en Zamora. Efe
JULIO MIRAVALLS
"España de contrastes", que decía en tiempos la propaganda oficial. Saltamos en un suspiro de la ruda pelea entre lo religioso y lo anti religioso a la catarsis de las procesiones en la tele oficial. Pero, ¿qué es en realidad la Semana Santa? Vean lo que escribía MANUEL HIDALGO en tales días de 1996:

**LA BBC ha descubierto la tumba de Jesucristo. Ya. Es lo normal por estas fechas. Llega la Semana Santa, y la prensa da noticia de las últimas novedades en torno al fabuloso episodio de la vida de Jesús: eso, que se descubre la tumba, que se encuentra el cráneo del buen ladrón, que se constata que la Virgen murió de escarlatina, que se comprueba que San José era daltónico, y tal.

Me acordaba el otro día de cuando, por Semana Santa, las radios retransmitían en España sólo música clásica, y los cines y los teatros cerraban, y hasta, en las familias, se pedía a los niños que hablaran en voz baja el día de Viernes Santo. De todo ello, sólo ha quedado que los periódicos no salen el sábado, lo cual es una cosa como absurda si se pone en el contexto de todo lo demás: días de toalla y playa.

Frente a los excesos líricos de una beatería puritana, hay un resto idiota de religación a las fechas que consiste en sacar a la luz, por estos días, hallazgos bobos sobre la vida de Jesucristo: que tuvo un hermano gemelo, que estuvo enamorado de una panadera de Galilea, que ascendió a los cielos en un ovni o que entró en Jerusalén a lomos del cerdito Babe.

Estas sandeces son particularmente frecuentes en ciertos países como España, acomplejados por su denso pasado religioso e incapaces de mantener un punto de equilibrio entre una rica tradición de irracionalismo religioso y las herramientas razonables de una conciencia crítica e ilustrada.

En España ha desaparecido todo vestigio activo de un pensamiento intelectual católico interesante (de Unamuno a Aranguren, en el siglo XX), y sólo queda limbo, folclore, consigna o la noticia de que Cristo tuvo una novia en Hospitalet.**

(La novia de Jesucristo. Artículo publicado por Manuel Hidalgo en EL MUNDO el 3 de abril de 1996, en su columna Plaza Pública)

martes, 7 de abril de 2009

Homilía del Papa en el Domingo de Ramos

“Quien busque su vida, la perderá”


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 6 de abril de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación la homilía pronunciada este domingo por Benedicto XVI en la multitudinaria celebración del Domingo de Ramos en la Plaza de San Pedro, durante la cual también se ha celebrado a nivel diocesano la XXIV Jornada Mundial de la Juventud, con el tema "Hemos puesto nuestra esperanza en el Dios vivo" (1 Timoteo 4, 10).

Queridos hermanos y hermanas,

Queridos jóvenes:

Junto con una creciente muchedumbre de peregrinos, Jesús había subido a Jerusalén para la Pascua. En la última etapa del camino, cerca de Jericó, había curado al ciego Bartimeo, que lo había invocado como Hijo de David y suplicado piedad. Ahora que ya podía ver, se había sumado con gratitud al grupo de los peregrinos. Cuando a las puertas de Jerusalén Jesús montó en un borrico, que simbolizaba el reinado de David, entre los peregrinos explotó espontáneamente la alegre certeza: Es él, el Hijo de David. Y saludan a Jesús con la aclamación mesiánica: "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!"; y añaden: "¡Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David! ¡Hosanna en el cielo!", (Mc 11,9s). No sabemos cómo se imaginaban exactamente los peregrinos entusiastas el reino de David que llega. Pero nosotros, ¿hemos entendido realmente el mensaje de Jesús, Hijo de David? ¿Hemos entendido lo que es el Reino del que habló al ser interrogado por Pilato? ¿Comprendemos lo que quiere decir que su Reino no es de este mundo? ¿O acaso quisiéramos más bien que fuera de este mundo?

San Juan, en su Evangelio, después de narrar la entrada en Jerusalén, añade una serie de dichos de Jesús, en los que Él explica lo esencial de este nuevo género de reino. A simple vista podemos distinguir en estos textos tres imágenes diversas del reino en las que, aunque de modo diferente, se refleja el mismo misterio. Ante todo, Juan relata que, entre los peregrinos que querían "adorar a Dios" durante la fiesta, había también algunos griegos (cf. 12,20). Fijémonos en que el verdadero objetivo de estos peregrinos era adorar a Dios. Esto concuerda perfectamente con lo que Jesús dice en la purificación del Templo: "Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos" (Mc 11,17). La verdadera meta de la peregrinación ha de ser encontrar a Dios, adorarlo, y así poner en el justo orden la relación de fondo de nuestra vida. Los griegos están en busca de Dios, con su vida están en camino hacia Dios. Ahora, mediante dos Apóstoles de lengua griega, Felipe y Andrés, hacen llegar al Señor esta petición: "Quisiéramos ver a Jesús" (Jn 12,21). Son palabras mayores. Queridos amigos, por eso nos hemos reunido aquí: Queremos ver a Jesús. Para eso han ido a Sydney el año pasado miles de jóvenes. Ciertamente, habrán puesto muchas ilusiones en esta peregrinación. Pero el objetivo esencial era éste: Queremos ver a Jesús.

¿Qué dijo, qué hizo Jesús en aquel momento ante esta petición? En el Evangelio no aparece claramente que hubiera un encuentro entre aquellos griegos y Jesús. La vista de Jesús va mucho más allá. El núcleo de su respuesta a la solicitud de aquellas personas es: "Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto" (Jn 12,24). Y esto quiere decir: ahora no tiene importancia un coloquio más o menos breve con algunas personas, que después vuelven a casa. Vendré al encuentro del mundo de los griegos como grano de trigo muerto y resucitado, de manera totalmente nueva y por encima de los límites del momento. Por su resurrección, Jesús supera los límites del espacio y del tiempo. Como Resucitado, recorre la inmensidad del mundo y de la historia. Sí, como Resucitado, va a los griegos y habla con ellos, se les manifiesta, de modo que ellos, los lejanos, se convierten en cercanos y, precisamente en su lengua, en su cultura, la palabra de Jesús irá avanzando y será entendida de un modo nuevo: así viene su Reino. Por tanto, podemos reconocer dos características esenciales de este Reino. La primera es que este Reino pasa por la cruz. Puesto que Jesús se entrega totalmente, como Resucitado puede pertenecer a todos y hacerse presente a todos. En la sagrada Eucaristía recibimos el fruto del grano de trigo que muere, la multiplicación de los panes que continúa hasta el fin del mundo y en todos los tiempos. La segunda característica dice: su Reino es universal. Se cumple la antigua esperanza de Israel: esta realeza de David ya no conoce fronteras. Se extiende "de mar a mar", como dice el profeta Zacarías (9,10), es decir, abarca todo el mundo. Pero esto es posible sólo porque no es la soberanía de un poder político, sino que se basa únicamente en la libre adhesión del amor; un amor que responde al amor de Jesucristo, que se ha entregado por todos. Pienso que siempre hemos de aprender de nuevo ambas cosas. Ante todo, la universalidad, la catolicidad. Ésta significa que nadie puede considerarse a sí mismo, a su cultura a su tiempo y su mundo como absoluto. Y eso requiere que todos nos acojamos recíprocamente, renunciando a algo nuestro. La universalidad incluye el misterio de la cruz, la superación de sí mismos, la obediencia a la palabra de Jesucristo, que es común, en la común Iglesia. La universalidad es siempre una superación de sí mismos, renunciar a algo personal. La universalidad y la cruz van juntas. Sólo así se crea la paz.

La palabra sobre el grano de trigo que muere sigue formando parte de la respuesta de Jesús a los griegos, es su respuesta. Pero, a continuación, Él formula una vez más la ley fundamental de la existencia humana: "El que se ama a sí mismo, se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo, se guardará para la vida eterna" (Jn 12,25). Es decir, quien quiere tener su vida para sí, vivir sólo para él mismo, tener todo en puño y explotar todas sus posibilidades, éste es precisamente quien pierde la vida. Ésta se vuelve tediosa y vacía. Solamente en el abandono de sí mismo, en la entrega desinteresada del yo en favor del tú, en el "sí" a la vida más grande, la vida de Dios, nuestra vida se ensancha y engrandece. Así, este principio fundamental que el Señor establece es, en último término, simplemente idéntico al principio del amor. En efecto, el amor significa dejarse a sí mismo, entregarse, no querer poseerse a sí mismo, sino liberarse de sí: no replegarse sobre sí mismo - ¡qué será de mí! - sino mirar adelante, hacia el otro, hacia Dios y hacia los hombres que Él pone a mi lado. Y este principio del amor, que define el camino del hombre, es una vez más idéntico al misterio de la cruz, al misterio de muerte y resurrección que encontramos en Cristo. Queridos amigos, tal vez sea relativamente fácil aceptar esto como gran visión fundamental de la vida. Pero, en la realidad concreta, no se trata simplemente de reconocer un principio, sino de vivir su verdad, la verdad de la cruz y la resurrección. Y por ello, una vez más, no basta una única gran decisión. Indudablemente, es importante, esencial, lanzarse a la gran decisión fundamental, al gran "sí" que el Señor nos pide en un determinado momento de nuestra vida. Pero el gran "sí" del momento decisivo en nuestra vida - el "sí" a la verdad que el Señor nos pone delante - ha de ser después reconquistado cotidianamente en las situaciones de todos los días en las que, una y otra vez, hemos de abandonar nuestro yo, ponernos a disposición, aun cuando en el fondo quisiéramos más bien aferrarnos a nuestro yo. También el sacrificio, la renuncia, son parte de una vida recta. Quien promete una vida sin este continuo y renovado don de sí mismo, engaña a la gente. Sin sacrificio, no existe una vida lograda. Si echo una mirada retrospectiva sobre mi vida personal, tengo que decir que precisamente los momentos en que he dicho "sí" a una renuncia han sido los momentos grandes e importantes de mi vida.

Finalmente, san Juan ha recogido también en su relato de los dichos del Señor para el "Domingo de Ramos" una forma modificada de la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos. Ante todo una afirmación: "Mi alma está agitada" (12,27). Aquí aparece el pavor de Jesús, ampliamente descrito por los otros tres evangelistas: su terror ante el poder de la muerte, ante todo el abismo de mal que ve, y al cual debe bajar. El Señor sufre nuestras angustias junto con nosotros, nos acompaña a través de la última angustia hasta la luz. En Juan, siguen después dos súplicas de Jesús. La primera formulada sólo de manera condicional: "¿Qué diré? Padre, líbrame de esta hora" (12,27). Como ser humano, también Jesús se siente impulsado a rogar que se le libre del terror de la pasión. También nosotros podemos orar de este modo. También nosotros podemos lamentarnos ante el Señor, como Job, presentarle todas las nuestras peticiones que surgen en nosotros frente a la injusticia en el mundo y las trabas de nuestro propio yo. Ante Él, no hemos de refugiarnos en frases piadosas, en un mundo ficticio. Orar siempre significa luchar también con Dios y, como Jacob, podemos decirle: "no te soltaré hasta que me bendigas" (Gn 32,27). Pero luego viene la segunda petición de Jesús: "Glorifica tu nombre" (Jn 12,28). En los sinópticos, este ruego se expresa así: "No se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Al final, la gloria de Dios, su señoría, su voluntad, es siempre más importante y más verdadera que mi pensamiento y mi voluntad. Y esto es lo esencial en nuestra oración y en nuestra vida: aprender este orden justo de la realidad, aceptarlo íntimamente; confiar en Dios y creer que Él está haciendo lo que es justo; que su voluntad es la verdad y el amor; que mi vida se hace buena si aprendo a ajustarme a este orden. Vida, muerte y resurrección de Jesús, son para nosotros la garantía de que verdaderamente podemos fiarnos de Dios. De este modo se realiza su Reino.

Queridos amigos. Al término de esta liturgia, los jóvenes de Australia entregarán la Cruz de la Jornada Mundial de la Juventud a sus coetáneos de España. La Cruz está en camino de una a otra parte del mundo, de mar a mar. Y nosotros la acompañamos. Avancemos con ella por su camino y así encontraremos nuestro camino. Cuando tocamos la Cruz, más aún, cuando la llevamos, tocamos el misterio de Dios, el misterio de Jesucristo: el misterio de que Dios ha tanto amado al mundo, a nosotros, que entregó a su Hijo único por nosotros (cf. Jn 3,16). Toquemos el misterio maravilloso del amor de Dios, la única verdad realmente redentora. Pero hagamos nuestra también la ley fundamental, la norma constitutiva de nuestra vida, es decir, el hecho que sin el "sí" a la Cruz, sin caminar día tras día en comunión con Cristo, no se puede lograr la vida. Cuanto más renunciemos a algo por amor de la gran verdad y el gran amor - por amor de la verdad y el amor de Dios -, tanto más grande y rica se hace la vida. Quien quiere guardar su vida para sí mismo, la pierde. Quien da su vida - cotidianamente, en los pequeños gestos que forman parte de la gran decisión -, la encuentra. Esta es la verdad exigente, pero también profundamente bella y liberadora, en la que queremos entrar paso a paso durante el camino de la Cruz por los continentes. Que el Señor bendiga este camino. Amén.

Discurso del Papa a jóvenes de Madrid

"Id tras las huellas de Cristo"


CIUDAD DEL VATICANO, lunes 6 de abril de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que dirigió Benedicto XVI este lunes por la mañana al recibir a los jóvenes de la archidiócesis de Madrid, que han venido a Roma para recibir la Cruz de los jóvenes con motivo de la Jornada Mundial de la Juventud 2011.


Queridos amigos:

Es para mí un gran gozo recibir en esta audiencia a un grupo tan numeroso, venido de Madrid y de España para recoger la Cruz de los jóvenes que recorrerá diversas ciudades hasta la Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid el año 2011. Saludo cordialmente al Señor Cardenal Arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela, que preside esta peregrinación, al coordinador general de la Jornada, su obispo auxiliar, Monseñor César Augusto Franco Martínez, y a los demás obispos, a los sacerdotes y catequistas que han querido estar aquí. Os saludo con afecto especialmente a vosotros, queridos jóvenes, que, al tomar la cruz, confesáis vuestra fe en Aquel que os ama sin medida, el Señor Jesús, cuyo misterio pascual celebraremos en estos días santos. Como he dicho en otra ocasión, "la fe, a su modo, necesita ver y tocar. El encuentro con la cruz, que se toca y se lleva, se transforma en un encuentro interior con Aquel que en la cruz murió por nosotros. El encuentro con la cruz suscita en lo más íntimo de los jóvenes el recuerdo del Dios que quiso hacerse hombre y sufrir con nosotros" (A los miembros de la Curia romana, 22 diciembre 2008). Me alegra saber que esta cruz que habéis recibido la llevaréis en procesión el Viernes Santo por las calles de Madrid para que sea aclamada y venerada.

Os animo, por tanto, a descubrir en la Cruz la medida infinita del amor de Cristo, y poder decir así, como san Pablo: "vivo en la fe del Hijo de Dios, que me amó hasta entregarse por mí" (Ga 2,20). Sí, queridos jóvenes, Cristo se ha entregado por cada uno de vosotros y os ama de modo único y personal. Responded vosotros al amor de Cristo ofreciéndole vuestra vida con amor. De este modo, la preparación de la Jornada Mundial de la Juventud, cuyos trabajos habéis comenzado con mucha ilusión y entrega, serán recompensados con el fruto que pretenden estas Jornadas: renovar y fortalecer la experiencia del encuentro con Cristo muerto y resucitado por nosotros.

Id tras las huellas de Cristo. Él es vuestra meta, vuestro camino y también vuestro premio. En el lema que he escogido para la Jornada de Madrid, el apóstol Pablo invita a caminar, "arraigados y edificados en Cristo, firmes en la fe" (Col 2,7). La vida es un camino, ciertamente. Pero no es un camino incierto y sin destino fijo, sino que conduce a Cristo, meta de la vida humana y de la historia. Por este camino llegaréis a encontraros con Aquel que, entregando su vida por amor, os abre las puertas de la vida eterna. Os invito, pues, a formaros en la fe que da sentido a vuestra vida y a fortalecer vuestras convicciones, para poder así permanecer firmes en las dificultades de cada día. Os exhorto, además, a que, en el camino hacia Cristo, sepáis atraer a vuestros jóvenes amigos, compañeros de estudio y de trabajo, para que también ellos lo conozcan y lo confiesen como Señor de sus vidas. Para ello, dejad que la fuerza de lo Alto que está dentro de vosotros, el Espíritu Santo, se manifieste con su inmenso atractivo. Los jóvenes de hoy necesitan descubrir la vida nueva que viene de Dios, saciarse de la verdad que tiene su fuente en Cristo muerto y resucitado y que la Iglesia ha recibido como un tesoro para todos los hombres.

Queridos jóvenes, este tiempo de preparación a la Jornada de Madrid es una ocasión extraordinaria para experimentar además la gracia de pertenecer a la Iglesia, Cuerpo de Cristo. Las Jornadas de la Juventud manifiestan el dinamismo de la Iglesia y su eterna juventud. Quien ama a Cristo, ama a la Iglesia con una misma pasión, pues ella nos permite vivir en una relación estrecha con el Señor. Por ello, cultivad las iniciativas que permitan a los jóvenes sentirse miembros de la Iglesia, en plena comunión con sus pastores y con el Sucesor de Pedro. Orad en común, abriendo las puertas de vuestras parroquias, asociaciones y movimientos para que todos puedan sentirse en la Iglesia como en su propia casa, en la que son amados con el mismo amor de Dios. Celebrad y vivid vuestra fe con inmensa alegría, que es el don del Espíritu. Así, vuestros corazones y los de vuestros amigos se prepararán para celebrar la gran fiesta que es la Jornada de la Juventud y todos experimentaremos una nueva epifanía de la juventud de la Iglesia.

En estos días tan hermosos de la Semana Santa, que ayer iniciamos, os aliento a contemplar a Cristo en los misterios de su pasión, muerte y resurrección. En ellos hallaréis lo que supera toda sabiduría y conocimiento, es decir, el amor de Dios manifestado en Cristo. Aprended de Él, que no vino "a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por muchos" (Mc 10,45). Éste es el estilo del amor de Cristo, marcado con el signo de la cruz gloriosa, en la que Cristo es exaltado, a la vista de todos, con el corazón abierto, para que el mundo pueda mirar y ver, a través de su perfecta humanidad, el amor que nos salva. La cruz se convierte así en el signo mismo de la vida, pues en ella Cristo vence el pecado y la muerte mediante la total entrega de sí mismo. Por eso, hemos de abrazar y adorar la cruz del Señor, hacerla nuestra, aceptar su peso como el Cireneo para participar en lo único que puede redimir a toda la humanidad (cf. Col 1,24). En el bautismo habéis sido marcados con la cruz de Cristo y le pertenecéis totalmente. Haceos cada vez más dignos de ella y jamás os avergoncéis de este signo supremo del amor.

Con esta actitud profundamente cristiana, llevaréis adelante los trabajos de preparación para la Jornada Mundial de la Juventud con éxito y fecundidad, porque, según dice san Pablo, todo lo podemos en Aquel que nos da la fuerza (Cf. Flp 4,13). Y en Cristo crucificado se nos ha manifestado la fuerza y la sabiduría de Dios (cf. 1 Co 1,24). Dejaos invadir de esta fuerza y sabiduría, comunicadla a los demás y, bajo la protección de la Santísima Virgen María, preparad con dedicación y gozo la Jornada de la Juventud que hará de Madrid un lugar radiante de fe y vida, donde jóvenes de todo el mundo festejen con entusiasmo a Cristo.

Llevad mi afectuoso saludo a vuestras familias y a los amigos y compañeros que no han podido venir hoy, y a los que también bendigo de corazón.

Felices fiestas de Pascua.

Muchas gracias.